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Coplas del domingo. El maltrato visto por Antonio Casero. Madrid, 1911.

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Copla del domingo que nos recuerda una sociedad de doble moral, posesiva, egoísta y violenta. Descarnada prosa que evidencia un problema aún presente que afecta a la mujer desde siglos ha.

El 25 de noviembre se celebró el Día internacional de la violencia de género; por eso hemos elegido esta copla, y además un fragmento del texto escrito en el año de 1877 por la escritora María del Pilar Sinués de Marco (“Laura”) para el diario Liberal El Imparcial.
Decía Sinués de Marco:



Antonio Casero publica el domingo 17 de diciembre de 1911 su tradicional columna “Coplas del domingo” en el Heraldo de Madrid. Con su sarcasmo habitual, utiliza el diálogo entre un suegro y su yerno para poner en evidencia el problema del maltrato a la mujer. Lo hace de forma natural, sin perjuicios; quizá por estar acostumbrado o resultarle normal ese tipo de actitud hacia las féminas.

Pone por título “El querer de los padres”, frase que oculta la realidad -bien visible en el texto-, de una situación latente esos días de diciembre en el Madrid de 1911.


EL QUERER DE LOS PADRES
—Oye, mira, Marceliano;
m'ha dicho la Bernabea
que dende que contrajiste
nudo nupcial con mi Pepa,
la endosas cada paliza
que la ties á golpes negra,
y está bien de que la toques,
pero con mucha prudencia;
que yo te di una señora,
pero no una pandereta.
—Si se ha vuelto usté romántico,
compadre; miá quién increpa,
y ha sío usté pa el alumbren
matrimonial una fiera.
—Esos son rumores tártaros,
y mu malitas querencias;
yo he tenío pa las damas
costumbres caballerescas;
dos tuve, y nadie m'ha visto
pegar á nenguna de ellas,
que harto tién las pobrecillas
con haber nació hembras.
—No me haga usté de reír,
que se me ha muerto mi agüela
hace un mes, y no está propio
que uno se ría; ¿y aquella
segunda, que tuvo usté
pa alivio de su primera
difunta, no llevó un ojo
empavonao á la tierra,
y no la dejó usté chata,
siendo la pobre aguileña?
Por lo visto usté se olvida
de su conduta guerrera,
y de los juicios de faltas
que le costaron las grescas;
¡pues ha roto usté poquitas
varas de fresno sobre ellas,
pa que se salga usté ahora
conmigo por peteneras!;
á convencer á los peces,
que yo ya soy trucha vieja,
y si la enseño el solfeo
á su hija de usté, pacencia;
que me zurza, y que me quis
y maneje una peseta,
que á mí con que cante ópera
ú marianas, ú grabielas,
cuando está fregando platos,
no me resuelve el poblema.
—¿De forma, que tú no estimas
na de lo que hace mi Pepa?
¿De modo que me he gastao
el dinero pa que aprenda
la bandurria y la guitarra
pa que tú no lo agradezcas?
—Pa eso haberla comprao un perro
golfo y unas gafas negras
y á pedir por esos mundos;
porque, vamos, que yo sepa,
pa ser una buena esposa
no hace falta la vihuela,
y lo mismo dice Rafles
y el Príncipe Chaf de Persia.
—Bueno, sí, los argumentos
que te traes los hipotecas,
y por caridad te pido
que no pegues á la Pepa,
que al fin y al cabo es mi hija
y tú no sabes la pena
que es pa un padre; te lo pido
de la forma que tú quieras;
ya ves, hasta se me saltan
las lágrimas; ten conciencia
—Eso debió usté mirarlo
con la pobre seña Usebia
y la infeliz seña Clara,
Dios las dé la gloria eterna;
fueron vírgenes y mártires
de usté, que las daba leña.
—Hombre, sí, pa qué negarlo;
no han llevao frío á la tierra;
vírgenes, no; pero mártires,
ha habido pocas como ellas.
—Entonces, ¿de qué se estraña
usté de lo de la Pepa?
—Y las otras, ¿no tuvieron
padre de tan buena cepa
como usté?
—Sí; pero, vamos,
es que mi chica es mu güena
y es mi chica, y mira, chico,
no me busques más poblemas
y quiérela, mia que luego
ese proceder nos pesa.
—Eso se llama egoísmo
en Madrid y en Alcobendas.
—El día que seas padre
de una hija como mi Pepa,
y con esmero la cuides,
y en el corazón la tengas,
y se la entregues á un hombre
que por amor se la lleva,
y un día el amor es odio,
y la denigra, y la pega
en la cara, en la carita
que besaste de pequeña,
en la que tu acariciaste,
en su carita morena,
verás lo que es egoísmo
y lo que es querer de verás;
sabrás lo que es una hija,
apreciarás estas quejas
que te estoy dando, en tus ojos
habrá lágrimas como estas
y te guardarás el genio,
como yo, donde te quepa,
y, así, con cara de súplica,
le dirás de esta manera:
¡No la mires con enojo
ni la trates con soberbia,
que es flor que cuidé en mi huerto
pa que en estima la tengas!

ANTONIO CASERO


El 3 de diciembre aparecía la noticia sobre una mujer víctima de la barbarie. No damos detalles del atroz suceso, más la agresión sufrida por la joven de 16 años Josefa Verdú, que vivía en la calle Magallanes, fue proferida por su amante, Ramón Báez (a) Ataulfo.



Una semana más tarde, el día 10 de diciembre, se anunciaron en el Heraldo de Madrid otros dos casos de violencia de género.
El primero había ocurrido en la calle Tudescos, donde Laura Piñeiro (a) La Portuguesa recibía dos disparos en la cabeza. Andrés Pérez Atienza, joven granadino de 18 años, fue el autor de los disparos.



El segundo caso ocurrió en la zona del Paseo de las Acacias. Urbana de Lera Millán era agredida por su novio, Pedro García Mora, panadero de treinta años, quien se dio a la fuga y desapareció por el barrio de las Injurias.




Por Pepa, Usebia y Clara; por Josefa, Laura y Urbana; por todas las mujeres que antes y después que ellas sufrieron y sufren maltrato; por las que ya no están. Por todas ellas publicamos este artículo, en la esperanza de ver erradicado tan triste mal.





Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Coplas del domingo. El maltrato visto por Antonio Casero. Madrid, 1911.", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en este artículo son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid. La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.




© 2016 Eduardo Valero García - HUM 016-013 COPLAS AC
ISSN 2444-1325

En defensa de las hijas de Gil Imón

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En un principio este artículo se titularía “En defensa de las gilipollas”, pero al no utilizar el genérico masculino estaríamos ofendiendo al femenino. Otra opción hubiese sido “En defensa de las y los gilipollas”, fórmula que se aleja del sentido de nuestro trabajo y nos resulta, si acaso, ofensiva para ambos géneros; además de una disgregación del idioma que muchos han puesto en práctica para acabar con el sexismo lingüístico.

Dicho esto, comenzamos a desarrollar el asunto que nos ocupa, relacionado directamente con una leyenda o anécdota confusa sobre las famosas hijas de D. Baltasar Gil Imón y su derivación en el adjetivo malsonante “gilipollas”.

No somos los únicos que han hablado sobre este tema; unos más cerca de la realidad; otros con dudosas aseveraciones. Nosotros nos proponemos -si acaso-, ofrecer un razonamiento fidedigno o veraz.




En defensa de las hijas de Gil Imón.
Las Gilimonas
De ellas cuentan las relaciones y memorias, que fueron tres, muy garridas y fermosas, á ejemplo de las hijas de Elena: «Tres eran, tres, y ninguna era buena», que dijo el refrán castellano, no sé si en conmemoración de la honesta prole femenina del Fiscal de los Consejos, Gobernador de la Hacienda , que dió nombre al portillo de Gilimón, ó á causa de otras vecinas y comadres, tan advertidas y avizoradas como las susodichas hermanas Gilimonas.
Ricardo Sepúlveda, 1887 [1]

Como lo hizo en su momento Historia Urbana de Madrid con el Café de Fornos y otros temas, hoy toca ofrecer una versión más exacta de la leyenda a partir de razonamientos e investigaciones. En ningún caso se trata de desmitificar lo ya conocido, y en los lectores queda aceptar o no esta versión.

Todo comenzó el pasado 29 de noviembre en el grupo de Facebook de “Historias Matritenses”, donde uno de sus miembros (Victoria Galvache Rico, en adelante V. G) hacía referencia a esta leyenda que había leído en el blog Secretos de Madrid.
 EL PORQUÉ DEL TERMINO MADRILEÑO DE GILIPOLLAS....
Mirando hacia atrás, a la época de los AUSTRIAS concretamente FELIPE III reinaba entonces, existió un señor fiscal del consejo de hacienda llamado don BALTASAR GIL IMÓN, éste buen hombre tenía dos hijas que no eran precisamente prototipo de belleza ninguna, FABIANA Y FELICIANA, llegada la edad de buscarlas un marido el pobre padre se paseaba con ellas por todos los eventos sociales, hasta el punto de ser muy conocido, si desglosamos el término gilipollas, vemos que la primera parte se debe al apellido, de éste infortunado padre, en cuanto a pollas, se les denominaba así a las jóvenes casaderas, con lo cual cada vez que los veían aparecer, se Corría la voz entre los jóvenes diciendo - ya ha llegado GIL y sus pollas, hasta simplificarse en el vocablo GILIPOLLAS, que erróneamente le damos el significado literal de Gil sinónimo de tonto en argot popular, y etimológicamente hablando," carente de" derivado del latín..., y pollas en referencia al Pene, incongruencia por tanto, cuando se aplica a una mujer,..el caso es que éste Señor fue tan popular que hasta se le dio una travesía con su nombre en MADRID, que está situada muy cerca de SAN FRANCISCO EL GRANDE entre el PASEO IMPERIAL y la RONDA DE SEGOVIA.......V. G 

A nosotros nos queda lejana aquella época; no estuvimos allí para saber si Gil Imón iba con sus pollas buscando pretendientes, pero lo que sí sabemos es que desde el Siglo XVII y hasta la primera mitad del XX ni un solo relato cuenta nada parecido. Y de eso trata este artículo.

Sobre el hilo creado por V. G., pronto llegaron los comentarios jocosos y aprobatorios. Nada podemos objetar de quienes conocen la historia tal y como la habéis leído, y que no tienen obligación de indagar sobre ella o cuestionarla. La obligación debe ser de quienes nos hemos comprometido en contar las cosas con la mayor veracidad posible; más tratándose de temas madrileños, que hacen a la idiosincrasia de nuestro pueblo.

Alguien dijo que lo de “gilipollas” era un insulto netamente madrileño, y eso es verdad. También hablaron con gran certeza de la etimología del adjetivo, asunto que tratamos más adelante.

En la intervención de Eduardo Valero (en adelante E. V.) aparecen los primeros datos sobre la leyenda:
«Bueno, la historia es vieja, y atendiendo a la definición de la RAE que dice de gilipollas: "Necio o estúpido", podemos acercarnos a otra más vieja aun; una leyenda del siglo XVII que reescribe Tomás Luceño en 1917. Trata de los vestidos opulentos y provocativos que las damas lucían por el Prado. Felipe, el tercero, [el cuarto en algunos escritos] dispuso en su Pragmática que nada de eso, ni vistosidades ni escotes. Las hijas de Gil Imón de la Mota (que eran tres, las Gilimonas), quejicosas, pasaron del decreto y se pavonearon por Platerías enseñando cuanto podían. Aparecieron los alguaciles y uno cerró el paso a las ninfas... y continúa en el texto...»

"-Dense á prisión-les dijo-. El Rey lo manda,
por faltar á las leyes que él nos dicta.
-Vuestra merced no sabe lo que hace...
¿A prisión, siendo hijas
del noble Gil Imón, que es nada menos
que fiscal del Consejo de Castilla?
-Pues él me ordena que á su casa os lleve.
Es hombre recto y de imparcial justicia.
Allí sabrán el meditado fallo
que acaba de dictar su señoría...
Fallo que al otro día el pregonero
fué publicando así por las esquinas:
"El Rey nuestro señor, á quien Dios guarde,
ordena que las hijas
de Gil Imón, fiscal de los Consejos
de España y de sus Indias,
paseen diariamente cuatro horas
poe las calles y plazas de la Villa
en hábitos de monjas mercedarias,
con un cartel al pecho en que se diga:
Por burlar del Monarca los mandatos,
así vamos vestidas."
El castigo sufrieron resignadas,
logrando por manera tan ridícula
hacer de Gil Imón popular nombre,
que la historia en sus páginas consigna;
distinción no alcanzada por ilustres
varones que á la ciencia dan su vida,
y son honra del pueblo en que nacieron,
por el cual su existencia sacrifican.
Y es que la fama, siempre veleidosa,
otorga sus favores y caricias
al que nunca hizo nada serio y digno,
y al hombre superior ingrata olvida." 

[Publicado en Blanco y Negro el 4 de marzo de 1917]


Más adelante explicará:
«Para más honra de las Gilimonas, aunque esto difiera de lo que nos cuenta V.G, debo hacer algunas acotaciones que proceden de textos viejunos. Lo de "monas" viene porque eran guapas y no feas ("lindas y agraciadas"), así queda reflejado en el estudio realizado en el S. XIX de un Diario y Memorias relacionado con Cervantes en Valladolid:
"Está aquí en la corte Gilimon de Motta, que es muy rico, casado con doña Leonor de la Vega, medio portuguesa, pues éralo su madre. Tienen éstos tres hijas, doña Fabiana de la Vega, casada, y otras dos, doña Feliciana y doña Isabel, las cuales andan siempre vestidas de monjas, y llámanlas las «Gilimonas», muy lindas y agraciadas y con muy honrados casamientos en perspectiva. Tienen dos coches: uno para la madre, otro para las hijas, y así siempre se encuentran en cuantas funciones hay."
Conocemos en ese texto [y en otro de Sepúlveda], el nombre de cada una de ellas: Fabiana, Feliciana e Isabel. Añado que estas tres gracias fueron, si acaso, el primer molde de la mujer que quería emanciparse (con un par) al ponerse en contra de la Pragmática del Felipe y negarse a andar por la vida amortajadas. De hecho, según las crónicas contadas, sus hábitos de monja eran dignos de la pasarela Cibeles, ceñiditos y provocativos, que a los hombres (digámos "Gilimones") les aceleraba el pulso y la imaginación, por lo que a las "monas" de Gil no le faltaron pretendientes.»

Claro está que la belleza o guapura de las Gilimonas, aderezadas con el poco recato en el vestir; las joyas; los coloretes, emplastes y afeites, no eran suficientes sin la influencia del modisto. Así lo asegura Lope de Vega -que de esto sabía un rato-, en El Perro del hortelano:

"No la imagines vestida
con tan linda proporción
de cintura, en el balcón
de unos chapines subida.
Toda es vana arquitectura;
porque dijo un sabio un día
que a los sastres se debía
la mitad de la hermosura."

Pero como hemos visto, las Gilimonas de monjas fueron vestidas, y el artista Juan Comba hacía una recreación de sus galantes paseos para la obra de Ricardo Sepúlveda que lleva por título “Madrid Viejo. Costumbres, Leyendas y descripciones de la villa y Corte en los siglos pasados” (Madrid, 1887).



Entonces V. G. tuvo a bien preguntar:
“Pero al final casaron tamañas beldades o por el contrario permanecieron solteras llevando muy a gala su independencia...?”
A lo que E. V. respondió:
«Bueno Victoria, para esto deberíamos ir a los registros, más en la transcripción hecha más arriba se dice que estaba casada Isabel ¹. Por otra parte, ahondando en otros escritos, Fabiana se había casado con un señor de Madrid con el que tuvo seis churumbeles. Feliciana también había casado, en este caso con un embajador [de Mantua], pero no se conoce descendencia. Ambos señores tomaron la de Villadiego y huyeron de España per saecula saeculorum. ¿Motivo?, no lo sé; aunque visto que la madre de estas, doña Leonor de la Vega, se pavoneaba también con sus hijas, puede que no les transmitiese las mejores doctrinas. Y aquí entra don Gil Imón, del que se dice que al haber acatado la ordenanza Real en contra de sus hijas fue la primera vez que gobernó en su casa. Y de ser cierto esto último, como anillo al dedo viene la aclaración ² de A. L., que nos podría llevar a afirmar que lo de "gilipollas" viene por el padre y no por las hijas. Amén!»

¹ Según Sepúlveda Isabel se había quedado “irremisiblemente para monja.
²pues si no recuerdo mal GILI en latín significa CARENTE que NO TIENE
uniendo los dos GILIPOLLAS que no tiene polla esa es la traducción la
explicación que dan aquí puede ser que popularmente en Madrid fuera
así pero no es su traducción literal


A finales de los años 20 del siglo pasado el protagonismo de las Gilimonas se asociaba a los cambios radicales de la mujer en el vestir. Un artículo firmado por Ezequiel Enderiz en el Heraldo de Madrid del 11 de septiembre de 1929 trataba el asunto.

Con el título “El triunfo de las Gilimonas”, Enderiz hablaba de “las modas, gustos y extravagancias” de las mujeres de entonces. Hace referencia a la historia que hemos contado y finaliza su disertación de esta guisa:
No tuvieron más remedio que volver a casa, donde se encontraron con la orden, también del rey, de vestir durante tres meses sayales de monja y pasear así por Madrid todos los días para ejemplo y escarmiento de las demás.
De momento triunfó el rey desde luego; pero esta actual visión atrevida de nuestras calles y paseos, ¿no es el triunfo de las elegantes «Gilimonas»?...
Por eso será ineficaz toda predicación contra las actuales modas y costumbres...
Ya se ve la tendencia... Hay que dejarlas que se desnuden del todo... Porque ellas mismas, así que vean que nadie las da importancia a su impudor, volverán a vestirse...


La Pragmática
Ricardo Sepúlveda transcribe –y nosotros lo hacemos de él- la Pragmática que afectará a la vida desenfadada de las Gilimonas y provocará la determinante decisión de su padre de enclaustrarlas en casa y obligarlas a lucir hábito monjil.
Manda el Rey nuestro señor que ninguna mujer, de cualquier estado y calidad que sea, pueda traer ni traiga guarda-infante, por ser traje costoso y superfluo, penoso y pesado, feo y desproporcionado, lascivo, deshonesto y ocasionado á pecar, así las que lo usan como los hombres por causa de ellas, excepto las mujeres que, con licencia de las justicias, públicamente son malas de sus personas y ganan por ello.
Item: que ninguna basquiña pueda exceder de ocho varas de seda, y al respecto en las que no fuesen de seda, ni tener más que cuatro varas de ruedo, y que lo mismo se entienda en faldellines, manteos, á lo que llaman polleras y enaguas.
Y también se prohibe que ninguna mujer, que anduviere en zapatos, pueda usar ni traer verdugadas, ni otra invención, ni cosa que haga ruido en las basquiñas, y que solamente pueda traer los dichos verdugadas con chapines, que no bajen de cinco dedos.
Asimismo se prohibe que ninguna mujer pueda traer jubones, que llaman escotados, salvo las mujeres que públicamente ganen con sus cuerpos, á las cuales se les permite puedan traer los dichos jubones, con el pecho descubierto, y la mujer que lo contrario hiciere incurrirá en perdimiento del guarda-infante, basquiñas, jubón y demás cosas referidas, y 2o.ooo maravedís por la primera vez. Por la segunda, pena doblada y destierro de esta corte y cinco leguas.
Item: los sastres, juboneros, roperos y otros cualesquiera oficiales, que corlaren á mandaren hacer ó hicieren basquiñas, manteos, polleras y jubones, y cualesquiera otra cosa contra lo de susodicho, desde el de su publicación, caigan en la pena del valor de las basquiñas y jubones y en 40.000 maravedís.
Por la primera vez sea desterrado de la ciudad, villa ó lugar, por tiempo de dos años precisos, y por la segunda llevado á un presidio por cuatro años.

El propio Sepúlveda habla primero de Felipe III y después del IV, por lo que no nos queda claro si los hechos acaecieron durante el reinado del primero o el segundo de los monarcas. Pudo ser en tiempos de Felipe III pues cuando se publican estas Pragmáticas del cuarto Felipe corrían los años de 1623 y 1639, y don Baltasar Gil Imón de la Mota falleció en 1629.

La Pragmática nos ha servido para ilustrar el tipo de vestimenta que usaba la mujer y cuánto se adornaba; pero para tener una idea más clara y recrear nuestros ojos, nada mejor que estas secuencias de la película “El rey pasmado”, de Imanol Uribe, basada en la novela de “Crónica del rey pasmado”, de Gonzálo Torrente Ballester.

Primero las damas bien tapaditas:



Ahora un prototipo de Gilimona:



Por último, lo que posiblemente llevaban las Gilimonas bajo el hábito:




Sobre el adjetivo gilipollas
Como hemos citado, A. L. asocia el GILI al latín, aunque también significa lo mismo en griego.
Por su parte A. C. R. apuntaba lo siguiente:
El mundo árabe dejó una gran cantidad de tesoros en la península ibérica, no sólo artísticos, sino también lingüísticos. Este es uno de ellos, una palabra compuesta por la voz árabe “yahil”, “yihil” o “gihil”, que significa “bobo” y que según explica Celdrán fue muy empleada por los habitantes de la península; y “pollas” (que no necesita mayor explicación). Al parecer, el popular término fue escrito por primera vez en el año 1882 por Rodríguez Marín, poeta, folclorista y lexicólogo especializado en Cervantes y saltaría al estrellato gracias a Misericordia de Benito Pérez Galdós, ambientada en Madrid. Semejante resulta el término “poya boba” tan utilizado en las Islas Canarias. http://www.elconfidencial.com/.../sabes-de-verdad-que-es.../

Diferimos del contenido del artículo publicado en El Confidencial por el periodista Héctor G. Barnés sobre que la palabra “saltaría al estrellato gracias a Misericordia de Benito Pérez Galdós, ambientada en Madrid.

Juan Carlos González, de Carpetania Madrid, hace esta aclaración:
En "Misericordia" de Galdós aparecen las "pollas” y en "Fortunata y Jacinta" aparece Juanito Santa Cruz que es un "pollo".
E. V. agrega:
«Difiero un poco con eso de "(que no necesita mayor explicación)" pues como dice la RAE: una polla es un pene, pero también una mujer joven; lo mismo pollo que, entre otras cosas, es un hombre joven. En relación a Galdós, que diga "pollas" no significa que insulte (así lo aclara J. C. G.). Por poner un ejemplo, pongo éste escrito por don Benito periodista en un artículo de la Revista de la semana (1865): "Toda aquella sociedad compuesta de pollos, pollas, mamás y viejos verdes, con su acompañamiento de saboyanitos, de música, de aguador y violinistas haraposos levantó la tienda y plantó sus reales en el extenso salón, Paseo que la historia y la tradición han consagrado con largos años de trapicheo, de conquistas y aventuras de todas clases".»
Además, dudamos que D. Francisco Rodríguez Marín hubiese escrito “gilipollas” entre 1882 y 1883, que fue cuando se publicaron los “Cantos populares españoles / recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodriguez Marin”. Si acaso diría “pollas”, que como vemos ya lo había dicho Galdós diecisiete años antes. Queda pendiente esta aclaración, pues no estamos ahora en disposición de leer los cinco volúmenes que componen la citada obra de Rodríguez Marín.

Y si queremos dar más detalles, en Fortunata y Jacinta queda citado Gil Imón cuando Galdós escribe:
«Mamá, ponte de centinela, y aquí no me entra más que Estupiñá. Que venga Placidito para que me cuente sus glorias cuando iba al portillo de Gil Imón a meter contrabando y a la bodega de San Ginés a abrirse las carnes con el zurriago… Que venga para decirle: “Lorito, daca la pata.”»


Quién viera tal abatimiento de la humana grandeza y tan grande fracaso de las glorias terrenales, cómo hubieron de saber las casas de Dil Imón de la Mota, que estaban donde hoy es ese rincón apacible y franciscano del hospital Venerable Orden Tercera?
Calle de San Bernabé, portillo de Gil Imón, jardín de la Orden, pasaje singular y típico del viejo Madrid, lugares con a quienes el destino quiso poner como testigos de la desgracia insigne de una magna tragedia. Porque entre ellos acabó, rendido a sus desventuras, aquel tan alto caballero que tantas veces tuvo la gloria de España entre sus manos, D. Pedro Téllez de Girón, duque de Osuna.”
Pedro de Répide, 1914 [2]

Hecha esta referencia al portillo de Gil Imón, continuamos con el adjetivo “gilipollas” y nos quedamos con la apreciación que hacen en el blog Diario de un Copépodo, donde dicen del adjetivo “gilipollas”:
Gilipollas. Bonita ¿eh? [refiriéndose al adjetivo] Escribiendo este texto me he llevado dos sorpresas. La primera de ellas es que el DRAE la tiene marginada:
gilipollas. 1. adj. vulg. gilí. U. t. c. s.
[Aclaramos que actualmente la DRAE define: 1. adj. malson. Esp. Necio o estúpido. Apl. a pers., u. t. c. s.]
Pero bueno ¿esto qué es? ¿Acaso no merece gilipollas una entrada propia? Vayamos a ver qué es eso de gilí, […].
gilí. (Del caló jili, inocente, cándido, der. de jil, fresco).
1. adj. coloq. Tonto, lelo. U. t. c. s.
¿Eh? ¿Tonto y lelo? ¿Eso es todo? Menudo diccionario… De todas formas este ejercicio nos sirve para sorprendernos con la etimología de la palabra, que resulta ser derivada de jil (fresco en caló). Todo el mundo sabe que la etimología infantil interpreta que gili- es un prefijo privativo y que por tanto gilipollas es equivalente a castrado o eunuco y que no tiene sentido emplearlo con las mujeres…

Pero ahí no acaba la cosa. E. V. añadirá otros términos que se aplican:
«Visto el diccionario de madrileñismos de Manuel Alvaz Ezquerra y el geográfico popular de Madrid de Gaspar Sánchez Salas se dice también del adjetivo gilipollas: "ADALUNÉ, ADALUNÓ, ADALUÑÓ, BALLENATO, CHARNEGO, COREANO, GATO, MADRILEÑO, MAGERITENSE, MATRITENSE Y MAYRITÍ". »

De Baltasar viene gilipollas, no de sus hijas
Las connotaciones sexistas de nuestra lengua y costumbres, notablemente machistas, han hecho que asociemos el adjetivo “gilipollas” a las hijas de Gil Imón conforme a la manida historia de “Gil y sus pollas”.

Como hemos visto a lo largo del artículo, no cabe duda de que aquel Fiscal de los Consejos, Gobernador de la Hacienda, magistrado de la Sala de Alcaldes y, más tarde, presidente Contador de la Hacienda, llamado Baltasar Gil Imón y de la Mota, bien pudo estar asociado al adjetivo gilipollas tal y como hoy lo conocemos.

Acompañan a las siguientes preguntas sobre Gil Imón algunos textos de la mentada obra de Ricardo Sepúlveda que hacen referencia a la historia de las hijas de “Gilimón”.

¿Fue “Necio y estúpido” por acatar las órdenes del rey en detrimento de sus hijas?
Ya lo oyen vuesas mercedes. Un juez cualquiera las condenaría á reclusión temporal. Yo, padre de hijas tan bellacas, modero la pena, y me contento con que, en lo sucesivo, vayan á todas partes vestidas de monjas. He dicho.
Las gilimonas pusieron el grito en el cielo y manotearon y quisieron desmayarse; pero el Fiscal de los Consejos se mantuvo inflexible, y las insurrectas niñas hubieron de resignarse á vestir estameña.

¿Era tonto y lelo? Lo dudamos si a sus títulos nos referimos. ¿Lo era en el ámbito del matrimonio y la familia? Si tenemos en cuenta las costumbres poco apropiadas de su señora esposa, doña Leonor de la Vega, y las de sus hijas, la respuesta es afirmativa.
Y aquella misma tarde, la del día en que se publicaron los bandos sobre zapatos y jubones, las relatadas Gilimonas, azuzadas por su madre doña Leonor de la Vega, de quien los Avisos tienen algo verde que decir, se echaron á la calle, en carruaje, la madre en uno y las hijas en otro, pues tenían dos para su uso, las cuatro destapadas y esplendorosas, como siempre que iban á picardear.

¿Gobernaba para el rey pero no en su casa? ¿Era, pues, “un carente de pene”, un calzonazos, si a las connotaciones machistas nos referimos?  
En palabras de D. Federico Carlos Sainz de Robles:

“Don Gil Imón de la Mota fue un caballero que mandó mucho fuera de su casa pero poco dentro de ella."
De haber gobernado bien en su casa quizá la historia de las Gilimonas nunca hubiese sido conocida, pues no existiría. Y como existió, algo tuvo que afectar en los pormenores del hogar las costumbres licenciosas de la esposa del poderoso Gil Imón, que eran seguidas a pie juntillas por sus tres fermosas hijas. Fiel servidor fue de la Corona, y con mano dura fiscalizó y presidió la Hacienda… más no su casa.

¿Era un fresco?
Puede que sí. Muy buenas fueron las relaciones que mantuvo don Baltasar con la Corona. Primero con el duque de Lerma, durante el reinado de Felipe III; después con el conde duque de Olivares, reinando Felipe IV. Para mantenerse tanto tiempo en puestos de relevancia, mucha cara tuvo que echar el interfecto.
Quizá en premio de su severidad paternal, dieron á Gilimón de la Mota el hábito de Santiago en Marzo de 1623, al mismo tiempo, ó en la misma promoción, que á Garci Pérez de Araciel, del Consejo Real y del de Hacienda.

Era, pues, don Gil Imón un necio y un fresco; un hombre carente de miembro masculino en el gobierno de su casa, y quizá –en este último caso- ¿un “tonto de la polla”?.

Pues en esto nos quedamos, diciendo que la expresión “Ahí viene Gil y sus pollas” tiene el sentido que tiene que tener, si es que con ellas iba. No podemos aplicarle otro que infravalore a las féminas y sí -por decantación-, implicar a Gil Imón en el verdadero significado del adjetivo.

Y terminamos con estos sinónimos de gilipollas:
 “tonto”, “estúpido”, “majadero”, “idiota”, “gilí” y “gilipuertas”.

Y con estos pseudo-sinónimos:
bobo”, “tontaina”, “imbécil”, “absurdo”, “inútil”, “ingenuo”, “inocente”, “infeliz”, “sentimental”, “mimoso”, “engreído”, “orgulloso”, “atontado”, y un largo etcétera. [3]



Llámeseme lo que apetezca.
Eduardo Valero García



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Sepúlveda, Ricardo. Madrid Viejo. Costumbres, Leyendas y descripciones de la villa y Corte en los siglos pasados (1887) Madrid. Librería de Fernando Fe.

[2] Répide, Pedro de. Tiempos pasados-El de Osuna y don Rodrigo. La Esfera, I (12) Madrid, 1914

[3] Busca palabra. Diccionario de sinónimos y antónimos [Consultado el 05/12/2016] http://www.buscapalabra.com/sinonimos-y-antonimos.html?palabra=gilipollas&sinonimos=true&antonimos=true


En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "En defensa de las hijas de Gil Imón.", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en este artículo son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


Fototeca: La Purísima Concepción en los cuarteles. Madrid, 1916

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Cien años atrás, el 8 de diciembre de 1916, en los cuarteles del Ejército se celebró el día de su Patrona. Dicen las crónicas que desde veinticuatro años atrás, cuando la Infantería consagró y eligió a la Inmaculada Concepción como Patrona del arma, no se había hecho un festejo igual.

El 12 de noviembre de 1892 se había declarado oficialmente a la Patrona. La Reina Regente firmó entonces la Real Orden, que decía:
"«Considerando conveniente para mantener vivo el sentimiento religioso en los diferentes Cuerpos y dependencias del arma da Infantería y estrechar los vínculos morales que unan a los individuos lo propuesto a este ministerio por el general inspector de la misma en su comunicación de 17 de julio último, y teniendo en cuenta que ha sido aprobada la elección por el previcario general castrense, la Reina Regente del reino, en nombre de su augusto hijo el Rey (q. D. g.), se ha servido declarar Patrona del arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima Concepción»".

Ya el día 7 de diciembre de 1916 había comenzado la fiesta en el cuartel de María Cristina, donde se alojaba el Regimiento del Rey. Al respecto decía el Heraldo de Madrid:
"... fueron unas vísperas deliciosas, con derroche de músicas, murgas a todo pasto y comparsas en su propia salsa, y por contera unos fuegos artificiales y una retreta «floreada», con cada perfil y cada curva que hacían cosquilla."
Y en ese cuartel comenzaba el día 8 con todo el regimiento formado y escuchando solemne misa. Más tarde celebraba la soldadesca graciosos concursos, con premios a los más instruidos, a los más limpios y a los mejores tiradores. Después, todos los miembros de aquel cuerpo degustaron un rancho "extraordinario".

A esta celebraciones se habían unido todos y cada uno de los regimientos; el de León, número 38; el de Asturias, número 31, con batallón en Conde Duque; también las representaciones de los regimientos de Saboya y Wad-Rás, cuyos batallones se encontraban en Marruecos.

Por la tarde asistieron a una función de cine y varietés en el teatro de Barbieri. Para tal fin se había confeccionado un programa impreso en elegante cartulina que tenía en su portada la imagen de la Purísima, y en la página central el retrato de Alfonso XIII acompañado de su hijo el Príncipe de Asturias, ambos de uniforme.

Los del Regimiento del Rey coincidieron en este teatro con los del de León. Allí se lo pasaron a lo grande con el completísimo programa. En primer término se interpretó "La banda de trompetas". La segunda parte fue "El dúo de La Africana" y "La mujer divorciada".
Para deleite de los ojos, bailaron jotas aragonesas las tiples cómicas Pepita García y Aurora Cortadellas; el tenor Bernardo de Quirós, soldado del regimiento, cantó las romanzas de "Marina", "Tosca" y "Pagliacci", y el también soldado Jiménez Velázquez recitó el monólogo "La Inmaculada de España".
Por su parte, la guapísima Chelito cantó varios cuplés y dejó a todo el ejército rendido a sus pies.
Finalizó la amena fiesta con la represantación de la comedia "Fantasmas", interpretada por la Sociedad «Linares Rivas».

Los del Regimiento de Asturias lo celebraron en el Teatro de Apolo, donde se representó "La alegría del batallón" y "La banda de trompetas".

El fotógrafo Salazar captaba esta graciosa estampa que muestra lo bien que se lo pasaron aquellos nuestros soldados.

MUNDO GRÁFICO (VI) 268. Madrid, 1916
© BNE - ARCHIVO HUM
Fotografía: Salazar
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-005 FOTOTECA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Con menor calidad, pero igual de elocuentes, son las fotografías tomadas por Alfonso para el Heraldo de Madrid.
En la primera vemos a los soldados del Regimiento del Rey en el cuartel de María Cristina. La segunda muestra a los miembros de ese cuerpo felices y contentos a la espera del rancho.

ARCHIVO HUM
Heraldo de Madrid (XXVII) 9.504. Madrid, 1916
Fotografía: Alfonso
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-005 FOTOTECA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

ARCHIVO HUM
Heraldo de Madrid (XXVII)9.504. Madrid, 1916
Fotografía: Alfonso
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-005 FOTOTECA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


Ni uno solo de los retratados está aquí para contarlo. Recordémosles pues en este día de su Patrona.


Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Fototeca: La Purísima Concepción en los cuarteles. Madrid, 1916", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325



Ha muerto Carlos III. Madrid, 1788

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A las 12 y 40 minutos de la noche del sábado al domingo 14 de diciembre de 1788 abandonaba Madrid, y éste mundo, el piadoso, feliz y augusto Carlos III de España. Su confesor, Fray Luis de Consuegra, no se separó de él hasta ese momento.




Inmediatamente después de su fallecimiento se reunieron los jefes de Palacio para dar parte a los príncipes, que desde ese momento llevaron el tratamiento de Majestad, como a reyes. Y se expidieron todas las órdenes necesarias para los jefes de Palacio, ministros y magistrados del reino; entre ellas un Decreto al Supremo de Castilla que decía:
A la una menos quarto de la mañana de hoy ha sido Dios servido de llevarse para sí el alma de mi amado Padre y Señor (que Santa gloria haya); y lo participo al Consejo con todo el dolor que corresponde á la ternura de mi natural sentimiento, tan lleno de motivos de quebranto por todas circunstancias, para que se tomen las providencias que en semejantes casos se acostumbran. En Palacio á 14 de Diciembre de I788.
El firmante era Carlos IV, quien esa misma mañana mandó se guardasen “lutos generales rigurosos” por seis meses. Y mandó también que los Oficiales del Ejército y la Armada, los Guardias de Corps y Alabarderos llevasen “banda negra y los nueve primeros días sin vueltas ni polvos en el pelo”.

En lo alto de las Caballerizas del Real Palacio de El Retiro se colocaron catorce cañones de artillería que hicieron descargas durante los tres días que estuvo el cadáver de Carlos III en el palacio.

A las dos de la tarde de aquel domingo 14 de diciembre entró el marqués de Valdecarzana a la cámara del rey, y viendo que el cadáver continuaba tal y como había dado el último suspiro, ordenó a la servidumbre que le vistieran.

Y así lo hicieron, poniéndole la camisa y corbatín con hebilla de oro; calzones, medias y zapatos, también con hebilla de oro. En ese estado fue puesto el cadáver sobre dos mesas cubiertas de tapetes de damasco encarnado, guarnecidas de galón de oro, y allí se le colocaron la casaca y chupa, a juego con los calzones; piezas todas ellas de terciopelo verde, matizado con morado y preciosos bordados de oro de cinco dedos de ancho.
Después se le colocó el peluquín, los guantes, el sombrero, la espada y bastón con puño de oro, y luego le pusieron las bandas y collares de las Ordenes de Sancti Spíritus, San Genaro, Constantiniana, Toisón de Oro, y Real y Distinguida de Carlos III.

El Real cadáver fue depositado en una caja de plomo, y ésta se metió dentro de otra de madera, que estaba cubierta por dentro de tafetán doble de color blanco, y por fuera de tisú, fondo de plata, ondas de oro y flores de matices, guarnecida toda de galón de oro, con tachuelas y herraje dorado, doce cantoneras, dos cerraduras con sus llaves, ocho aldabas, tres a cada lado, una a la cabecera y otra a los pies. Rodeaba todo el féretro un cordón blanco de seda, y encima de la tapa una cruz de galón de oro.

Poco después de las cinco de la tarde, habiéndose realizado todos los actos protocolarios de cesión del cadáver, el féretro fue conducido a la Sala de Embajadores donde se había preparado la Capilla ardiente. El cadáver fue colocado sobre la Imperial cama, agregando a su vestimenta el manto capitular de la Orden de de Sancti Spíritus, seguido del de San Genaro, y por último el gran mantón de la Orden de Carlos III.

Y se abrió al público la capilla; ese día hasta las once de la noche, y los demás, hasta el día 15, de doce de la mañana hasta la misma hora.

El día 16, un monumental y regio séquito que acompañaba a los restos del “mejor alcalde de Madrid" partió hacia el monasterio de El Escorial, donde llegaron el día 17 a las ocho y media de la mañana.



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid (LXXV) Diciembre de 1788. Parte I. Madrid, Imprenta Real.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Ha muerto Carlos III. Madrid, 1788", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325




Los últimos días de Carlos III

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En el Madrid ilustrado de Carlos III se había desatado una epidemia de catarro los últimos días de noviembre de 1788. El rey se encontraba en el Real Sitio de San Lorenzo con su familia, ya casi dispuestos para regresar a la villa y corte, cuando se sintió afectado por un fuerte catarro.



El primer día de diciembre se encontraba mejor y con fuerzas suficientes para emprender el viaje a Madrid, llegando a ésta el día 2. Desde ese momento, y hasta el sábado 6, el monarca tuvo altibajos en su salud; alteraciones del pulso, tos fuerte y fiebre, más nada hacía presagiar que la enfermedad fuese a peor.

Y, en efecto, la noche del martes 9 de diciembre su salud mejoró considerablemente, pero no por mucho tiempo. La noche del viernes 12 el rey sufría dolores de pecho, tenía tos y mucha fiebre. Aún más grave fue la madrugada del sábado 13, a tal punto que los médicos aconsejaron administrarle los Santos Sacramentos.

A las ocho de la mañana de ese sábado se despacharon las órdenes para que hubiese rogativas públicas y a las diez todo el aparato Regio, Consejo, Sala de Señores alcaldes de Casa y Corte asistieron a la Real iglesia de Santa María de la Almudena donde se celebró una misa cantada. Lo mismo se realizó en todas las iglesias de la Corte.

Más tarde entraron a la Cámara Regia, donde el rey permanecía y en muy mal estado, los jerarcas de la iglesia, príncipes e infantes. Triste escena fue cuando se le preguntó a Carlos III si perdonaba a sus enemigos. Respondió con toda la entereza y serenidad que pudo:
¿Pues había de aguardar a este punto para perdonarlos? Todos fueron perdonados por mí en el mismo acto de la ofensa.
Recibió entonces los últimos Sacramentos. Al rey se le había preguntado si tenía necesidad de recibirlos, a lo que respondió que no esperasen a administrárselos cuando ya no supiera lo que recibía. [1]

Inmediatamente después del ceremonial se dieron las respectivas órdenes para trasladar a Palacio al Niño Jesús de Nuestra Señora del Sagrario de Toledo, los cuerpos de San Isidro y San Diego de Alcalá, y las reliquias de Santa María de la Cabeza. Y en la Sala que había sido de los Embajadores se improvisaron tres altares, ubicando en el del centro al Niños Jesús, en el derecho a San Isidro y Santa María de la Cabeza, y en el izquierdo a San Diego de Alcalá. Todo esto con su ceremonial y procesión correspondiente.

A las cuatro y cuarto de la tarde pidió Carlos III que le llevasen los cuerpos de los Santos para venerarles. Y así lo hicieron, colocándolos a la izquierda de la cama Regia; pero como el rey no podía verles con facilidad, el Sumiller de Corps de S. M. se puso de rodillas y sobre su espalda colocaron el cuerpo de San Isidro. Fray Luis de Consuegra, confesor del rey, indicó que podía rogarle por su salud, a lo que éste respondió:
La que deseo, y os pido, Santo mío, es la espiritual, y que me alcancéis del Señor la salvación de mi alma; que la del cuerpo, y todo lo de este mundo me importa poco.
Después pidió venerar las reliquias de Santa María de la Cabeza; entonces se le acercaron las canillas y cabeza de la Santa, que besó con ternura, implorando por su salud espiritual y corporal.
Carlos III, el rey “justo, sabio, benéfico y feliz”, poco más hizo. Recibió la Extremaunción y escuchó las Letanías y Oraciones. Acto seguido, con voz serena y no poca dificultad, exclamó:

Que Dios se lo pague.”

Después pidió al Nuncio de su Santidad que le absolviese y nada más, porque su vida se fue apagando, y llegó el momento que hemos contado en “Ha Muerto Carlos III. Madrid, 1788”.

En el recuerdo de los madrileños de entonces resonaba aquella Enhorabuena que escribió D. Gaspar Plá, cuando Carlos III llegó a la Villa y Corte.


YA llegó la ocasion, ya llegó el dia,
Que el Clarín harmonioso de la Fama
Publique un Vando de felicidades,
Para ensalzar de nuevo á nuestra España.
Ya llegó la ocasion, que el triste llanto,
Embuelto entre las nubes de una gassa,
Se destruya, aniquile, y desvanezca
De un Sol, que vence, triunfa, reyna, y manda.
Ya llegó la ocasion , que los fuspiros
De compassivas, y leales almas,
Siendo sus tristes ayes por un Sexto,
Sean por un Tercero muchas gracias.
Ya llegó la ocasion de que esta Corte
Disfrute ver cumplida fu esperanza
A pesar de la embidia, la fortuna,
El peligro, el vayvén , y la borrasca.
Ya llegó la ocasion, en que una Madre,
Pelicano amoroso se desangra,
Abrazando á fu hijo tiernamente,
Por mirar que salió de sus entrañas.
Ya llegaste, oh! Tercero, sin Segundo,
Desde Nápoles, Troya en. viva llama
De lamento; y si Eneas sacó un hijo,
Tu sales con tu Esposa deseada.
Llegaste alegre; pero contemplando
Ver Nápoles sin ti, desconsolada;
Mas si pierdes Vassallos, que te estiman,
Oy ganas Españoles, que te aman.” [2]

(NOTA: En el texto sólo se han modificado las ʃ. Ejemplo: «Vaffallos» Vasallos)
 

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Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid (LXXV) Diciembre de 1788. Parte I. Madrid, Imprenta Real.

[2] Alegre enhorabuena a la feliz llegada de Ntro. Catholico Monarca, y su amada esposa ... en esta Real Corte de Madrid escribela Don Gaspar Plá. BNE-Biblioteca digital hispánica.
Datos:
Autor: Plá, Gaspar
Muñoz del Valle, Antonio
Fecha: 1759
Datos de edición: En Madrid en la Imprenta de Don Antonio Muñoz del Valle
Tipo de Documento: Libro
Signatura: VC/12593/9
PID: bdh0000076400
Descripción y notas: Aguilar Piñal. Bib. S.XVIII, v. 6, 3023
Título tomado de la cabecera del texto
Pie de imprenta tomado del colofón en verso de h.


En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Los últimos días de Carlos III", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


Presentación del libro de El Punto sobre la Historia

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Telemadrid, Endor Digital Media, Bodegas Santa Engracia, 42 y Editorial La Librería te invitan al maratón de encuentros punteros para presentar el libro de El Punto sobre la Historia. Una guía tan irreverente y desenfadada como el programa de Telemadrid que recorre en bicicleta la Historia de la ciudad.

© Ediciones La Librería


Recientemente se ha publicado el libro El Punto sobre la Historia. Madrid, una guía que recorre diez de las rutas del programa de televisión que se emite en Telemadrid.

Con este motivo, Telemadrid, la productora Endor Digital Media, la editorial La Librería, la Bodega Santa Engracia, 42 y el equipo de El Punto sobre la Historia han organizado un maratón de encuentros punteros para celebrar este acontecimiento editorial, los días 15, 16 y 17 de diciembre, abierto a todo el mundo, en la Bodega Santa Engracia, 42.

Durante los encuentros, David y Lorenzo atenderán a todos los asistentes y a los seguidores de El Punto sobre la Historia, y les agasajará con una degustación gratuita de productos típicos (vino, queso, aceite, miel, conservas...).

El jueves 15 y el viernes 16, el encuentro tendrá lugar a partir de las 19:00.
El sábado 17 habrá dos encuentros; uno de mañana, a partir de las 12:00, y otro de tarde, a partir de las 17:00.

Nos gustaría contar con tu presencia en alguno de estos eventos.


Qué, dónde y cuándo
El libro se suma a un proyecto global de divulgación histórica, que ya cuenta con un programa de televisión en Telemadrid, un programa de radio en Onda Madrid y a una revista digital para dispositivos móviles.

El programa de televisión de El Punto sobre la Historia puede verse en Telemadrid todos los viernes, a las 21:30h. David Botello y Lorenzo Gallardo recorren Madrid en bicicleta en busca de historias de la Historia de la ciudad y las cuentan de una forma desenfadada, divertida y con el máximo rigor.

En su versión para radio, que puede escucharse en Onda Madrid los sábados, a las 14:00h, David y Lorenzo, acompañados por Nuria García y Francisco Molina, cuentan las historias más interesantes y divertidas de Madrid.

La revista digital interactiva tiene, entre otros contenidos, la localización exacta de todos los puntos de las rutas. Con esta App, puedes llevar todas las rutas de El Punto sobre la Historia en tu teléfono móvil. Está disponible de manera gratuita en Apple Store y en Google Play.

En cuanto a los números digitales, el podcast lleva más de 500 000 descargas en iVoox; los vídeos de telemadrid.es y Youtube acumulan más de 300.000 visionados; y el hashtag #PuntoHistoria se cuela cada viernes en la lista de Trending Topic de Twitter.

El libro se suma así a esta forma tan diferente de contar la Historia. Un buen punto de partida para disfrutarla. Un punto de encuentro para compartirla. La Historia es un Punto. El Punto sobre la Historia.


NOTA DE PRENSA: 
ENDOR Digital Media
Sara Menéndez



Huelga general del 18 de diciembre. Madrid, 1916

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Cien años atrás, el lunes 18 de diciembre hubo una huelga general propiciada por la falta de empleo y la carestía de la vida. Aunque las Cámaras de Comercio e Industria habían acordado no cerrar los establecimientos, ninguno abrió sus puertas por miedo a las represalias de los obreros.

El aspecto que presentaba la Puerta del Sol por la tarde era captado por el fotógrafo Salazar para la revista Nuevo Mundo. Minúsculos grupos iban formando uno mayor, así, con disimulo, expectantes, porque las fuerzas del Ejército y Seguridad andaban por ahí.

Nuevo Mundo (XXIII) 1.198. Madrid, 1916
Fotografía: Salazar
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 HUELGA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

La situación era complicada –ya lo venía avisando la Asociación de obreros-, y el Gobierno tomaba todas las precauciones posibles. Don Manuel de la Barrera-Caro, director general de Seguridad, redactaba un bando que fue muy criticado por su marcialidad.

Heraldo de Madrid (XXVII) 9.513. Madrid, 1916
"La huelga de mañana" (Portada)
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 HUELGA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Todos los periódicos de la mañana fueron puestos a la venta, a excepción de La Correspondencia de España, La Nación y El País. El ABC consiguió publicarse pero con noticias de la madrugada, lo mismo que El Imparcial y El Liberal.

No hubo incidentes graves pero sí algunas detenciones por coacciones y daños a escaparates, más todos fueron puestos en libertad esa misma noche. Otros tuvieron que pasarla en las Casas de Socorro por los palos recibidos; de los obreros unos, de las fuerzas de seguridad otros.

Los cafés Colonial, Levante y Correos fueron apedreados, situación que les obligó a bajar las persianas metálicas, pero no cerraron.

La nota curiosa fue puesta por ese director de Seguridad antes citado; el del marcial bando. Al parecer avanzaba a caballo, y escoltado, por las calles y espacios donde se formaban grupos; con una sonrisa en los labios y amables palabras les invitaba a disolverse.
El pueblo alabó la entereza y buena disposición de militares y policías; cuerpos que aguantaron estoicamente las inclemencias del tiempo y actuaron con contundencia allí donde fue estrictamente necesario.


Nuevo Mundo (XXIII) 1.198. Madrid, 1916
Fotografía:Marín
© 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 HUELGA
© 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Un factor que determinó el fracaso de la huelga fue que los ferroviarios se echasen atrás. Caso contrario, la situación hubiese sido muy complicada para el Gobierno, ya que los oficiales del Ejército se negaban a hacerse con el mando de los ferrocarriles. Quizá por eso se decía que la huelga la había organizado elconde de Romanones, porque el Gobierno se sentía “muy satisfecho” con los resultados.

Un periodista había dicho:
La huelga general en Madrid ha quedado reducida a que el mes de diciembre tenga un domingo más de los señalados en el almanaque.

Lo cierto es que comercios y obreros salieron más perjudicados que el Gobierno, que lejos de buscar soluciones, hizo aún menos caso al problema social.
La gente no pudo comprar ni el pan; los obreros perdieron el jornal del día, y los comercios no ingresaron dinero. Eso sí, nada se resolvió sobre la precariedad del empleo y el disparatado precio de los artículos de primera necesidad.


Durante el año 1916 en Madrid hubo 14 huelgas de diferentes oficios en las que participaron más de 3500 obreros en total. [1]





Una historia más de Madrid y sus circunstancias.
Busque cada uno las similitudes o diferencias, si es que existen algunas.



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Instituto de Reformas Sociales. Memoria. Estadística de las Huelgas (1915-1916). Madrid, 1918

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Huelga general del 18 de diciembre. Madrid, 1916", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

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Feliz Navidad 2016 para todos

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Un año más continuamos contando historias de Madrid y los madrileños de antes.
Gracias por compartir todos esos momentos con nosotros... y conmigo, hablando en singular.

Recibid mi más afectuoso abrazo en esta Nochebuena y Navidad 2016.


Reproducción de original.
Impresiones: 50/50
Publicación en redes: 02/04
© 2016 Eduardo Valero García (GARCIVAL) - HUM 016-015 ILUST



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La Fuente del Cura de la calle del Pez

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La emblemática calle del Pez, otrora arteria muy noble de esta villa y corte por sus importantes vecinos, era arroyo contundente en épocas pluviales. En ella hubo una fuente de regias aguas de la que hoy hablamos a través de su historia y leyenda.
La que estaba al final de la calle del Pez, llamada del Cura, ha sido suprimida, distribuyendo sus dos caños; uno á la plazuela de los Mostenses para aguadores, y el otro á la travesía de la Cruz-verde, calle Ancha de San Bernardo, como caño de vecindad […]” [1]

El 23 de septiembre de 1848 desaparecía del paisaje señorial de la calle del Pez la fuente conocida como “del Cura”. Ciento sesenta y ocho años después de su desmonte la recordamos.

Los periódicos de aquellos días atribuían la desaparición de la fuente a las mejoras urbanas que se desarrollaban en diferentes puntos de la ciudad. La noticia era de interés y, por tanto, publicada en el Heraldo, La España, El Observador, El Espectador, La esperanza y El Clamor Público; de éste último recuperamos su texto:


Ubicada sobre la calle del Pez, aproximadamente entre las de las Pozas y de Cruz Verde, la fuente era sustituida por un caño de vecindad para esta última arteria.

Como todo lo que ocurre en Madrid, entonces también surgió la polémica. Para algunos la fuente era “incómoda y estrafalaria”, además de un estorbo para el transeúnte; para otros hubiera sido más loable restaurarla, añadiendo dos caños a los ya existentes.


Calle y fuente del Cura
Lo cierto es que durante mucho tiempo, la del Cura, como otras fuentes, fue citada como punto de referencia en los avisos de la villa, e incluso llevó este nombre el tramo de la calle del Pez comprendido entre San Bernardo y Andrés Borrego (antigua de los Panaderos).

Plano de la Villa y Corte de Madrid: en sesenta y quatro láminas… 
D. Fausto Martínez de la Torre y D. Josef Asensio (1800)
Madrid. Imprenta de D. Joseph Doblado

Son muchos los anuncios donde aparece, al menos desde el año 1744. En algunos casos sin otra referencia domiciliaria, como éste del "Kalendario Manual, y Guía de Forasteros en Madrid" de ese año, que habla de un miembro del Consejo Real de Indias:


Añadimos algunos anuncios más y el año de publicación:

1758

1760

1762

1763

Y así podríamos publicar un centenar de ellos y nombrar a cada uno de los hombres importantes que en rededor de ella vivieron, como este señor marqués:

1764


Sus aguas
El agua de la fuente del Cura provenía de uno de los cinco viajes que abastecían a todas las de Madrid; en este caso era la del Viaje de Amaniel (o del Rey), que proveía, además, a las fuentes del Cuartel de guardias de Corps; de Matalobos (en la calle Ancha de San Bernardo); las de los dos patios pequeños de Palacio; la de la Casa del Tesoro; la de la casa del conde de Altamira, y la de las caballerizas Reales. [2]
Todas las quales, juntas con la del Cura, la de Matalobos , y la de los Hornos de Villanueva , que son de viage aparte , y con los de agua gorda de los Caños del Peral, y los de la calle de Segovia, viene á tener Madrid al pie de setecientas Fuentes de salutífera agua dulce.” [3]
En el siguiente plano del Archivo General de Palacio podemos apreciar lo que fue el valle de Amaniel, con mojoneras y nombre de los propietarios de las tierras que lo rodeaban.

"Detalle del valle de Amaniel, con mojoneras y propietarios de las tierras que lo rodean,
en el que se indican posibles emplazamientos del inicio del viaje ¿1655?."
AGP, Sección de Planos, nº 1204.
Los Viajes de agua de Madrid durante el antiguo régimen.
Virgilio Pinto Crespo (Dirección)
Rafael Gili Ruiz
Fernando Velasco Medina
© De la edición, Fundación Canal. Julio 2010
ISBN: 978-84-932119-6-7
DEPÓSITO LEGAL: M-33574-2010


En un estudio de la calidad del agua y otros aspectos físico-médicos, el catedrático de química Luis Prous escribía sobre el análisis del agua de la fuente del Cura realizado el 11 de abril de 1800:
“[…] repetimos este experimento en presencia del mismo Don Pedro Gutiérrez Bueno con el agua de la fuente del Cura, cogida en tiempo claro: estaba a trece grados del termómetro; y para sumergirse en ella el pesa-licor hasta la señal del agua destilada necesito 0,5 de grano.” [4]
Ya había realizado un estudio similar sobre la densidad del agua don Juan Claudio Polanco entre los años 1728 y 1729, obteniendo resultados similares, pero siendo más pesada que en 1800.

Fuentes del Viaje de Amaniel en 1855


Ubicación en los planos de Madrid
Nada queda de aquel surtidor de la homónima calle de la fuente del Cura; sólo las referencias escritas y varias representaciones en planos antiguos. Estos documentos nos ofrecen una visión clara de su emplazamiento; en todo caso, señalizada por pequeños pictogramas que la ubican casi con precisión meridiana.
Así, y presentados por orden cronológico, en el Plano de la Villa de Madrid de Mancelli y Wit (1622 ó 1635) apreciamos una especie de rollo o picota con pilón que representa a la famosa fuente.



En otro plano de Madrid de 1715, obra de Gabriel Bodenehr, queda más o menos representada como en el plano anterior.

Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya
R.M. 171609 – Mapes d’Espanya (s. XV-XX)
http://cartotecadigital.icgc.cat


Más tarde, en el Plano geométrico e histórico de la Villa de Madrid de 1761, Nicolás Chalmandrier ofrece una fuente más definida (quizá una recreación), donde podemos apreciar taza y pilón ricos en detalles escultóricos:

Bibliothèque nationale de France, département Cartes et plans, CPL GE DD-2987 (1642 B)


Lo mismo ocurre en el facsímil del Plano topográfico de la Villa y Corte de Madrid de Antonio Espinosa de los Monteros y Abadía (1769), publicado en 1902.



Ya en el siglo XIX, a treinta y seis años de su desmonte, la fuente es delineada por Pedro Lezcano y Carmona como un simple punto sobre la cartografía de la emblemática calle:



Y en el Plano parcelario de Madrid de 1879 aparece la inscripción “F”, quizá haciendo referencia al caño o fuente de vecindad para la calle Cruz Verde.




Un inciso: La fuente de la calle Cruz Verde
En todos los casos, la fuente se sitúa más cercana a la calle de Las Pozas, sin embargo, como se anunciaba en las noticias, pasaba a ser caño de vecindad para la calle de Cruz Verde, otrora de las Tres Cruces; arteria poco agraciada donde la Santa Inquisición realizaba ejecuciones con la posterior cremación de los cadáveres.

¿Detalles de la ejecución?
Los habituales de aquellos tiempos.
De aquellos tiempos, en los
que la vida humana no tenía valor alguno...
Primero, la tortura.
Luego, un montón de ramas
con sus hojas verdes.
Unas ramas que formaban
una cruz.
La cruz del martirio.
La de la expiación.
La del castigo...
Unas ramas que se consumían
lentamente y lentamente devoraban
el cuerpo arrojado sobre ellas.
¡Ferocidad de los tiempos!
Increíble ferocidad, que hoy nos llena de pavor.
De angustia. […]
Terminada la ejecución a que
nos referimos, el público se retiró
lentamente del lugar del suplicio,
donde quedaban chisporroteando
las ramas verdes.
Aquellas ramas que el pueblo
asoció desde entonces al lugar
donde aquella tortura se había
verificado y donde seguirían verificándose
durante muchos años.
Lugar que aún conserva el
nombre siniestro.
Lugar que lleva el título de la
Cruz Verde en recuerdo de haber
estado allí uno de los primeros
quemaderos que hubo en la corte,[…]”

Fragmento de ”La calle de la Cruz Verde”, de Juan López Núñez [5]


Emilio Carrere posiblemente llame “fuentecilla” a ese caño de vecindad en una columna publicada en ABC:
De los cafés de los que no quedan ni los restos, quiero recordar el café de Prada, en la calle Ancha, junto a la fuentecilla de la Cruz Verde.” [6]
Esta cita de Carrere habla de la existencia de otra fuente, ya que, anterior a las noticias sobre el caño de vecindad, se hacía referencia a la de la calle Cruz Verde al menos desde los primeros años del siglo XIX. Así, en el Diario de Madrid del 7 de septiembre de 1806 se anunciaba:



Años más tarde, en el Nuevo Diario de Madrid del 17 de noviembre de 1821 aparecía este anuncio:



Resulta curioso que, mediando 15 años entre un anuncio y otro, en la misma casa se ofreciesen nodrizas.

El número 23 (antiguo) de la calle Cruz Verde corresponde a la Manzana 481 de la planimetría de Madrid, y la sitúa bastante retirada de la fuente del Cura, por lo que ésta, como otra que descubre Carpetania Madrid en su ruta "El Rey pasmado, las andanzas de Felipe IV", pudo estar ubicada en un patio interior.



Misma ubicación se da en el libro manuscrito “Distribución de las aguas pertenenciente a este viaje, año de 1812” pero como proveedora de agua de la fuente del Cura y perteneciente al Viaje de la Castellana.
Fuente pública del Cura la Calle del Pez esta toma debajo de una losa que se encuentra al comienzo de la Calle de la Cruz-berde junto a la acera que esta frente de la casa nº 23 de la manzana 481, teniendo su dirección la cañería por la Calle de la Cruz asalir a la del Pez donde ya se introduce enotra fuente, cesando aquí todas las […] pertenecientes á este viaje de la Castellana.” [7]
Sin embrago, en el estudio hidrométrico realizado entre el 16 de abril y el 20 de julio de 1867 por D. Félix María Gómez, Arquitecto de fontanería y alcantarillas de la villa de Madrid, se la califica como fuente pública cuyas aguas provenían del viaje de Amaniel.



Paisaje urbano
En todos los planos que hemos visto ha quedado reflejada la famosa fuente, pero en la Topografía de la Villa de Madrid de Pedro de Texeira (1656) no se hace referencia a ella. Quizá este mapa nos sirva, por sus detalles, para imaginar cómo se fue poblando la zona donde tuvo propiedades el eclesiástico D. Diego Henríquez y su relación con la fuente.
Como veremos más adelante, esas propiedades fueron adquiridas por la Villa en tiempos de Felipe II.



También, para recrear la vista y hacernos una idea del estado de ruina en que se encontraban muchas casas en el siglo XVIII, ofrecemos el plano de construcción de una vivienda en la calle del Pez, vuelta con la de los Panaderos (muy cercana a la fuente). La imagen corresponde a un expediente de reedificación del año 1752.



En el documento, la Cofradía de Nuestra Señora de la Almudena, nueva propietaria de los terrenos, solicitaba permiso para efectuar obras de reedificación “teniendo presente el fatal estado de su fábrica”. [8]

A ese deterioro de la que fue calle de vecinos importantes y con proliferación de comercios e industrias, en 1847 se sumaba la insalubridad y el abandono, no sólo por los habitantes sino también por el consistorio.



Conocidos ya algunos detalles sobre la fuente y sus aledaños, centramos nuestro interés en su historia y leyenda.


Historia y leyenda de la fuente del Cura Diego Henríquez
Utilizamos dos versiones sobre la fuente del Cura Henríquez para conocer su parte histórica y la posible leyenda.
La primera versión corresponde a la obra “Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid” de Antonio Capmany y Montpalau, publicada en 1863 por El Contemporáneo. Este autor sitúa la historia en el año 1469.
La segunda, más extensa y divertida, corresponde al novelista Manuel Fernández y González, quien escribe “La Fuente del Cura” (publicado el 8 de abril de 1881 en la revista La América), relato histórico-novelesco en veinte cuadros con el cura y su tía como protagonistas. Para este autor la historia se desarrolla entre 1462 y 1469.
En esos tiempos reinaba en Castilla –con no pocos inconvenientes- el Trastámara Enrique IV (Valladolid, 1425 – Madrid, 1474).


1 - Antonio Capmany – Calle de la Fuente del Cura
Atendiendo a la descripción que Antonio Capmany y Montpalau hace sobre la calle de la Fuente del Cura, sabemos que ésta ya existía en 1469 y que era propiedad, junto con cinco pozas, del tal Diego Henríquez:
“[…] y la fuente de su casa, fué de las primeras que se vieron en Madrid con juegos y saltadores que en la mañana de San Juan subían á una grande altura, llamando la atención de los moradores de esta villa que íban á verla […]”. [9]
Decía Capmany que la fuente era “de aguas muy finas” y que don Diego en esos tiempos era casi octogenario.
Decía también que este señor pasaba la mayor parte del año en Guadalajara; que era sobrino de doña Isabel Henríquez [Hurtado de Mendoza], duquesa del Infantado, y que a su primera misa asistió de madrina nada menos que la “Rica-hembra” de Guadalajara, doña Juana de Mendoza, esposa de Alonso (o Alfonso) Henríquez, Almirante de Castilla.

Como hemos comentado, Capmany sitúa la historia en 1469, por tanto es imposible que la “Rica-hembra” asistiese a la misa, pues había fallecido en 1431.

Con estos datos podemos decir que el cura Diego Henríquez (o Enríquez) perteneció al linaje de los Enríquez de Castilla y fue descendiente de alguno de los catorce hijos de Juana y Alonso, puesto que su tía, Isabel Henríquez Hurtado de Mendoza, era la octava entre ellos.

En nuestra búsqueda incesante encontramos a Diego Enríquez, hijo de Enrique Enríquez de Mendoza, conde de Alba de Liste, y de María de Guzmán Suárez, Señora de Alba de Liste.
Enrique Enríquez de Mendoza, conde de Alba de Liste era hermano carnal de Isabel Hurtado de Mendoza.

Tampoco podemos asegurar que sea el Diego que nos ocupa, puesto que en el portal de genealogía sologenealogia.com indican que había nacido hacia 1463 y fallecido en 1550.

En el relato de Fernández y González que veremos más adelante, el cura lleva por nombre el de Diego Enríquez de Cabrera. Pero ese Diego, relacionada también con los Mendoza y los condes de Alba de Liste, había nacido entre 1572 y 1604.


Complicado resulta poder aseverar la identidad del tal Diego Henríquez, personaje que quizá nada tiene que ver con esta historia, lo mismo que su augusta tía Isabel Henríquez. Pero como las leyendas suelen basarse en hechos reales, alguna concordancia con esta noble familia tuvo que existir.

Continuamos con las explicaciones de Capmany, quien asegura que, una vez fallecido el cura Henríquez, sus propiedades fueron adquiridas por la Villa:
En la época de Felipe II, cuando trasladó su corte de Toledo, compró la villa esta posesión, con la fuente y minas que llamaban del Cura Henriquez, y mucho mas adelante se construyeron casas, erigiéndose una fuente para comodidad del vecindario, la cual ha permanecido hasta nuestros días, siempre con la denominación de la Fuente del Cura, nombre que le ha quedado á la calle, aunque la fuente ya se ha quitado de allí.
Y así acaba lo que contaba Capmany. Otros autores hicieron referencia a la fuente, creando un poco más de confusión a la búsqueda de datos concretos.
Así, D. Ramón de Mesonero Romanos en su libro “El antiguo Madrid” escribía de la fuente:
“[…] habiendo desaparecido también hace pocos años la mezquina fuente que á su salida á la Ancha de San Bernardo, llevaba el nombre del Cura por haberla costeado el párroco de Colmenar.” [10]
Vuelven a decirlo Peñasco y Cambronero años después, en 1889:
“[…] se llamaba en el siglo pasado Fuente del Cura, por lo que ya existía con este nombre, construida por el párroco de Colmenar.” [11]
Esto nos lleva a pensar que la fábrica de la fuente era de piedra de Colmenar, y no de mármol como veremos más adelante. Y que quizá don Ramón quería decir que había costeado el dispendio un “colega” del cura. No hemos hallado datos que puedan confirmar esta hipótesis.

Antes de continuar advertimos al lector que todo lo aquí entrecomillado corresponde a las consultas realizadas en los documentos citados en la bibliografía. Cualquier similitud con lo existente en otras publicaciones de internet, donde no figura ni una sola comilla, no nos interesa.

Continuamos, pues, con nuestra historia y prescindimos de otros datos que cuenta Pedro de Répide sobre parte de los terrenos de Henríquez que compra Juan Coronel, de la leyenda del pez y la calle homónima.


2 - Fernández y González – La Fuente del Cura
Fernández y González y Antonio Capmany ofrecen datos coincidentes en lo biográfico del personaje Diego Henríquez, mas existe una diferencia notable en cuanto a la edad; si para el primero en 1462 el cura no llegaba a los 30 años ni era eclesiástico, para el segundo en 1469 era un sacerdote casi octogenario.

Por otra parte, Isabel Henríquez Hurtado de Mendoza había nacido en 1417, lo que quiere decir que en 1462 tenía 45 años y en 1469, 52 años. Este dato tiene su importancia, pues, en efecto, Diego Henríquez no pudo ser anciano en esos tiempos. Desde el punto de vista histórico, el cura Henríquez pudo haber nacido hacia 1438.

Pero falla Fernández y González al decir que Isabel era nieta de la Rica-hembra, pues era su hija; y también al decir que era viuda en 1462, ya que su marido, Juan Ramírez de Arellano, señor de Aguilar de Inestrillas y de los Cameros, fallece en 1469.

En relación a Isabel Henríquez, las biografías encontradas señalan ese año de 1469 como el de su fallecimiento, algo en lo que coinciden ambos autores. Es posible que el relato que viene a continuación –salvando sus errores cronológicos-, indique que era viuda reciente y el final de la historia (a partir del cuadro quince) se desarrolle a mediados y finales de 1469.

La obra de Manuel Fernández y González relata la historia de dos amores imposibles, sus consecuencias y el fatal desenlaza que tiene por resultado la construcción de la fuente.

Escribía Fernández y González en el cuadro segundo de su relato:
En 1462, época en que le damos á conocer á nuestros lectores, el don Diego, que no habia cumplido sus treinta años, aún no era eclesiástico. Habia estudiado, es cierto, en la famosa Universidad de Salamanca […] según se murmuraba, era más fuerte don Diego, era en las ciencias ocultas, particularmente en la astrología judiciaria.
Y como la nobleza de entonces pasaba de mantener vagos, dice el novelista en el cuadro cuarto:
Así fué, que apenas acabados sus estudios y cuando apenas si contaba venticuatro años don Diego, se le conminó si no entraba en religión, ó por lo menos en el sacetdocio, se le quitarían los alimentos, se le dejaría reducido á sus propias fuerzas y se buscaría un protesto plausible para echarle de la familia […]”
Y esto se lo comunicó la ya mentada tía Isabel Henríquez en el cuadro quinto; y aquí el fallo cometido por Fernández y González sobre el parentesco de Isabel con la “Rica-hembra”:
“[…] doña Isabel Henriquez, su tia, que se jactaba de venir en línea recta de la famosa esposa del almirante Henriquez, que se conoce por excelencia en la historia de aquél tiempo el sobrenombre honorífico de la Rica-hembra, y por razón de la sangre, y de la tradición y del ejemplo, su nieta doña Isabel, tia de nuestro don Diego […]”
Muy mal le sentó aquello al joven Diego, que era galante, pendenciero, y poco le entusiasmaba la iglesia. Pero peor le sentó porque se lo decía su tía, de quien se sentía atraído y profundamente enamorado.
Así queda reflejado en el cuadro séptimo:
Además de esto, tenia el don Diego clavada, como una espina en el corazón, una mujer y no podia resollar sin que la espina le hiciese daño; y cabalmente la señora de sus pensamientos, que le traia casi loco, guardando el secreto de unos amores que no se atrevía á manifestar, era su propia tia doña Isabel, que tenia unos ojos de fuego, negros como la noche, como la noche profundos y como ella llenos de misterios; unas mejillas redondas, densas y pálidas, con fuerza de vida, con la blancura suave y sensual de la azucena; una boca pequeña y fresca, de labios húmedamente rojos; que cuando se sonreía, que era con frecuencia, causaba eú sus megillas dos oyitos en que se enterraban las almas de los más helados, y dejaban ver una dentadura quo por sí misma enloquecía: esto sin contar con la riqueza de los cabellos rizados, negros como la endrina, y un lujo de formas mórvidas, macizas, duras, protuberantes, con una gran belleza y de tal manera incitativas, que toda locura á que por ellas se sintiera arrojado un hijo de Adán, habria sido disculpable; que tal era aquella Eva que mandaba á su Sobrino se hiciese clérigo.
Pero hete aquí que su ardorosamente descrita tía también se sentía atraída por su joven sobrino.

Entonces en el cuadro noveno surgen las preguntas:
—¿Y cómo,—podrá decir el curioso lector,—no se casaban aquellos enamorados secretos que de tal manera por la no satisfacción de sus secretos amores se consumían, cuando todo ello era cuestión de dispensa y habia dineros largos para que Roma alzase á la carrera las dificultades, permitiéndoles ser felices?
¡Válame Dios por la ignorancia de las cosas de otros tiempos!
¿Cómo una ilustrísima viuda, una dama de altos respetos, toda una duquesa del Infantado, habia de cometer la indignidad imperdonable de violar su viudez, siquiera fuese con la autorización del Papa, ofendiendo la memoria, y aun pudiera ser muy bien que el alma en pena de su marido, dando lo que él tal vez echaba de menos en la eternidad, el encanto de su hermosura y el paraíso de delicias de su alma enamorada, no ya á un cualquiera, que siempre hubiera sido mostruoso, sino á un su sobrino carnal, que ésto pasaba ya de los límites de lo inconcebible? […]”
El cuadro décimo se desarrolla en Guadalajara. Antonio Capmany nos había contado que el cura pasaba gran parte del año en aquella provincia, donde también residía su tía.
Y es en este cuadro donde Isabel obliga a su sobrino a marcharse y no volver hasta ordenarse y haber cantado misa. Enríquez, desconsolado, espeta:
—que si vos queréis que me encapille la sotana es por poner más estorbos al amor que me tenéis, y que por los divinos ojos se os ha salido; y yo os digo que donde voy á profesar es en vuestros deliciosos brazos que el amor ha hecho para ventura mía, y de este corazón abrasado que no sabia cuánto vos le amabais.
Entonces los sentimientos que los parientes se profesan fluyen ardorosos, aunque medianamente controlados por parte de su tía; pero, lejos de saciar los más “nobles” deseos de la carne, terminan en una gresca.
Y como era desatentado y atrevido, á fuer de estudiante dejado de la mano de Dios, y vio lo aturdida que su tia estaba, que casi agonizaba, á ella se fué con los brazos abiertos y en ellos la estrechó tan de improviso y con tal fuerza, que al no ser doña Isabel tan grande y tan forzuda, del abrazo no se suelta; y aún así no se vio libre sino con gran detrimento de su persona y aun de su trage, que rasgándose alguna parte más de lo conveniente la casta hermosura del seno dejó al descubierto; de lo que tal vergüenza á doña Isabel la sobrevino, que cubriéndose con el brazo izquierdo lo que la avergonzaba y levantando el derecho, dio una terrible bofetada á su adorado sobrino, diciéndole toda indignada y furiosa:
—Tomad por lo que habéis hecho.
Y luego ella misma se dio otra descomunal bofetada, añadiendo:
—Y yo también, si por algo he dado ocasión á vuestra desvergüenza.
Llama Isabel a sus criados a gritos. Huye don Diego saltando muros y, a pesar de las inclemencias del tiempo y el frío, raudo parte de Guadalajara con su escudero hacia su casa de Madrid. Y a ésta llega enfermo.
Y en el cuadro decimo primo se repuso Isabel de tamaña escena. Tranquilizó a sus criados, que alerta estaban, con la manida escusa de que había visto un ratón. La servidumbre entre ellos cuchichearon: “—Parece mentira que siendo tan alentada y brava la señora la pongan tan á morir los ratones.

Y a morir se puso la noble dama y acabó en la cama, según cuenta Fernández y González en el cuadro decimo segundo. Tan mala como su sobrino se puso; y los galenos dictaminaron que “la señora tenia una calentura de mucho cuidado, y que fortuna sería sí no se andaba con ella bien de prisa.”

Por medio de la avanzada medicina de entonces, es decir: “sangrías”, “aguas cocidas de cuantas yerbas Dios crió”, “ventosas” y “pediluvios”, los médicos sacaron adelante a tía y sobrino.
“[…] y limpios de la fiebre del cuerpo los dejaron; pero no de la fiebre del alma que crecía y crecía en ambos, y de tal manera que ella se dolía y se arrepentía de haber sido tan cruel, más para sí misma que para su enamorado, y él de haber sido tan cobarde, tan temedor de gritos, que bien pudo haber sofocado, después de lo cual hubiera sobrevenido forzosamente el casamiento que era para don Diego no sólo un ansia del alma, si no también de la codicia y de la vanidad, dado que doña Isabel por estar próximamente emparentada con el rey, y por ser duquesa propietaria del Infantado, era un partido capaz de sacar de quicio al menos ambicioso […]”
Ya en el cuadro decimo tercero Isabel Henríquez, por medio de una misiva, conmina a su sobrino a que se haga religioso; y le anuncia que, en vista de lo mucho que le ama, ella se encierra en el convento de Santa Clara de Madrid. [12]

Contesta su sobrino don Diego con otra misiva. En esta sale a la luz el nombre con el que Fernández y González bautiza al cura: “Diego Henríquez de Cabrera”, del que ya hemos hablado.
Mi muy amada tia; pues que vos creéis que yo estoy torcidamente empeñado en propósitos con cuya consecución podria perderse mi alma, y por el amor que me tenéis, me ordenáis que me ordene, sin más réplicas ni argumentos á obedeceros me allano, y tanto más cuanto que vos me decís que no tendréis paz en el alma sino cuando me veáis sacerdote. Empezad á tenerla, conociendo cuánto os amo, dado que os obedezco.—Vuestro amantísimo sobrino, don Diego Henríquez de Cabrera.
A partir de ese momento, desde el cuadro decimo quinto al decimo séptimo, el autor sitúa la historia en Valladolid. Dice que dos meses después de las epístolas, apadrinado por el rey y amadrinado por su tía, el ínclito cantaba misa en la iglesia del convento de San Gregorio, en Valladolid.
Llegado el momento de la consagración, a la duquesa del Infantado le sobrevino un síncope que a punto estuvo de dejarla en el sitio. La llevaron a su posada y fue atendida por los galenos.

Se hizo la noche y el novel cura tuvo a bien sobornar a uno de esos doctores para que le llevase disfrazado como su practicante a los aposentos de su tía Isabel, y que allí le dejase a solas con ella.
Al llegar cerca de la posada, caminando por un lóbrego callejón junto a las tapias del cementerio de San Andrés, se les aparecieron unos fieros hombres blandiendo sus espadas y amenazándoles de muerte.
Por patas salió el galeno, más don Diego les hizo frente y desenvaino su espada; entonces los recios hombres se desvanecieron en la oscuridad dejando paso a una mujer vestida de blanco y cubierta con un velo.
Lejos de pensar en un fantasma, Diego vio en ella a su tía. Y una voz de ultratumba habló:
—Vas á ver—le dijo con una voz que ponía espanto por que parecía venir de la eternidad,—lo que es lo que has querido lograr con un sacrilegio perdiendo tu alma.
Aquella figura femenino comenzó a descomponerse; desapareció la carne de su cuerpo y quedó convertida en lamentable esqueleto.

Acto seguido el joven despertó sentado en un sillón de su posada. Había tenido una horrible pesadilla.
Nervioso y angustiado, pensó en su tía y raudo partió hacia la posada donde descansaba la duquesa para conocer el estado de su salud.
Al llegar preguntó al portero; éste le respondió:

—La duquesa a muerto.

Y en efecto así fue, doña Isabel Henríquez Hurtado de Mendoza, había muerto poco antes de las doce de la noche, y fue en el año de 1469. (En esto coincide con Manuel Capmany y con la biografía de la dama).

En los cuadros siguientes Diego está en Madrid; había salido de Valladolid nada más enterarse del fallecimiento de su tía.
Manuel Fernández y González recrea el momento en que el cura Diego Henríquez pide a un renombrado escultor la confección de una fuente:
—Yo […] como lo veis tengo en esta heredad mía cinco pozos y una fuente de agua cristalina: ¿porqué no habíamos de hacerles un hermoso pilón de mármol blanco, y en él un peñasco, y sobre el peñasco la estatua de una mujer que yo os diré? No reparéis en el costo que yo soy rico, ni atendáis más que a la hermosura de la obra.
Y así fue que se instaló una artística y preciosa fuente que pudo ser más o menos como la recreamos basándonos en el estilo propio del siglo XV y la descripción que hace Fernández y González en el cuadro decimo octavo:
Aceptó el escultor, y seis meses después la obra, hermosa sobre toda ponderación, estaba hecha, y el agua saltaba en ingeniosos juegos de los surtidores.
Sobre el peñasco, sentada, abatida, con los brazos abandonados y con la expresión de la más honda desesperación, había una estatua que representaba á doña Isabel.
Para la semejanza habían valido retratos.
Del pecho le saltaba un chorro de agua, que parecía representar las lágrimas en que su corazón se deshacía.
Nadie entendía lo que esto significaba.





Dice Fernández y González que se tardó seis meses en confeccionarla, y que poco tiempo después don Diego adoleció de muerte.

Antonio Capmany comenta que el cura “en los últimos años de su vida adoleció de una hidropesía”, y que sus criados lo hallaron muerto una tarde apoyado sobre la taza de la fuente.

Tanto Capmany como Fernández y González aseguran que el confesor de Diego Henríquez ordenó retirar la escultura y enterrarla, colocando en su lugar una cruz.
Para Capmany estuvo allí hasta su desaparición (en 1848); sin embargo, para Fernández y González, con el transcurrir de los tiempos la cruz “fue cambiando de forma, y tomando cada vez una más humilde.”

Esto nos hace suponer que a finales del siglo XVII o principios del XVIII también había desaparecido la cruz. O quizá la que mencionan ambos autores sea una deformación de la historia y esté asociada a la fuente de la calle Cruz Verde que hemos citado más arriba.

Basamos nuestra suposición en uno de los dibujos que ilustran el citado libro “Distribución de las aguas perteneciente a este viaje, año de 1812”, una de las tantas joyas que atesora nuestra Biblioteca Nacional, donde podemos apreciar una fuente de estructura piramidal con cuatro caños en la que es visible el escudo de la villa, por tanto, pública y con aguadores.



Hechas estas aclaraciones, continuamos con Manuel Fernández y González, quien finaliza su historia novelada en el cuadro vigésimo con estas palabras:
Tal es la tradición que se nos ha contado, y así la hemos hecho aparecer en nuestro relato.

Como hemos conocido durante este trabajo, existen dos versiones sobre la historia y posible leyenda; la primera de 1863, y la segunda de 1881. Versiones posteriores se apoyan en estas dos, añadiendo o quitando datos, más ninguna aporta mayor consistencia.

Nuestra intención ha sido encontrar las referencias y coincidencias históricas que permiten dar veracidad –con más o menos exactitud-, sobre los hechos que pudieron llevar a la construcción de la fuente.

Que existiese tal y como la hemos recreado queda en entredicho; sin embargo, vistos los planos que la representan, la fuente allí estuvo instalada y quizá con una cruz desde su origen o tal como se retrata en la ilustración de 1812.

Ningún documento gráfico puede corroborar la presencia de obra escultórica tan peculiar como la que dicen había encargado el cura; caprichoso retrato de importante persona llamada Isabel Henríquez Hurtado de Mendoza, duquesa del Infantado.


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https://www.facebook.com/fiestascallepez/



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Madoz; Pascual
[2] Décadas médico-quirúrgicas y farmacéuticas. 1821, n.º 13. Análisis y observaciones de las aguas de Madrid… página 175.
[3] Diversion de cortesanos y estrella de forasteros guía pequeña de Madrid – 1778 – Madrid, Imprenta de Andrés de Soto
[4] Décadas médico-quirúrgicas y farmacéuticas. 1821, n.º 13. Análisis y observaciones de las aguas de Madrid… página 176.
[5] Juan López Núñez (1935) La calle de la Cruz Verde. Del folletín de la vida. La Voz, XVI (4.402) p. 4
[6] Emilio Carrere (1945) Crónica y responso de los cafés desaparecidos. ABC, XXXVIII (12.191), p. 3
[7] Anónimo. Distribución de las aguas perteneciente a este viaxe, año de 1812. Manuscrito con ilustraciones. Biblioteca Nacional de España. Signatura: MSS/21478
[8] Expediente de reedificación de una casa en la Calle del Pez. (1752) Madrid. Petición de reedificación, informes, licencia y planos. Biblioteca digital Memoria de Madrid. Signatura: 1-84-16 Ayuntamiento de Madrid.
[9] Origen histórico y etimológico de las calles de Madrid” de Antonio Capmany y Montpalau, publicada en 1863 por El Contemporáneo.
[10] Mesonero Romanos, Ramón de. El antiguo Madrid. 1861 p. 293
[11] Peñasco de la Fuente, Hilario; Cambronero, Carlos. (1889) Las calles de Madrid. Noticias, Tradiciones y Curiosidades. Madrid. P. 384
[12] Madoz…. “Santa Clara: estaba situado este convento entre la calle del Espejo y la que todavía lleva su nombre; pero habiendo sido demolido en la época de la invasión francesa de 1808, […] se levantó de nuevo en la calle Sancha de San Bernardo, núm. 80, casa del duque de Montemar […].”

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "La Fuente del Cura de la calle del Pez", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en este artículo son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


© 2016 Eduardo Valero García - HUM 016-004 CALLE PEZ
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Gastrofestival. Madrid, 1917: Langostinos a la Arlequín

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Un año más, y hasta el 5 de febrero de 2017, se celebra en Madrid el ya afamado Gastrofestival, evento que en ésta, su octava edición, lleva por lema "Madrid para comérselo".
Para los amantes del buen yantar, bajo el marco incomparable de la villa y corte más gastronómica, es una cita ineludible y un programa exquisito.

Historia Urbana de Madrid disfruta el presente y rememora el pasado de nuestra ciudad y su gente. Por tal motivo, y a propósito del festival gastronómico, ofrece a sus lectores una serie de recetas de antaño.

Inauguramos el recetario con un Neptuno que está para comérselo.


Cocina artistica y casera
© BNE-bdh
© Archivo HUM
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001 RECETAS
© 2017 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


Langostinos a la Arlequín
La siguiente receta, que tiene ya cien años, mezcla la gastronomía con el arte y es prueba del gusto e imaginación de los cocineros de siempre, salvando algunas diferencias.
Si hoy la química interviene en gran medida en platos sofisticados, en la presente receta también hacen uso de ellos.
"Este plato que [...] tiene una vista sorprendente, hemos querido sacrificar la visualidad del grabado a la realidad.

Pónense a cocer, con legumbres y sal, después de haberlos lavado bien, un kilo de langostinos gordos; una vez cocidos, se ponen a enfriar, se escurren y se les pela la cola, teniendo mucho cuidado que no se despeguen de la cabeza.

Se hace una mayonesa, con buen aceite de oliva, que no esté muy espesa, y se agregan dos hojas de gelatina disueltas, dividiendo la mayonesa en dos barreños; en el mortero se machacan dos anchoas sin espinas, con aceite, se pasará al tamiz de seda y se agregará a la mitad de la mayonesa que se puso en un barreño, con una gota de verde vegetal; a la otra mitad de la mayonesa se le echará un polvito de mostaza inglesa y una gota de carmín.

A los langostinos, que tienen pelada la cola, y bien secos, se los embadurna la cola con la mayonesa, la mitad de un color y la otra mitad de otro, poniéndolos en una placa untada con aceite, y se deja descansar para que la mayonesa se consolide.

Cuezanse doce centollas pequeñas, y si no las hubiere, cangrejos de mar; se los vacía y rellenan de una ensalada de su carne, patatas, trufas y remolachas cocidas, y cortadas del tamaño de dos reales, decorándolas con los diferentes colores de las legumbres; una vez las centollas o los cangrejos rellenos con esa ensalada y bien decoradoa, se colocan alrededor del "Neptuno" y entre medias un langostino; en la parte de atrás, en el mismo zócalo habremos tallado dos copas, grande una y otra más pequeña, para engancharlos por la cola con mucha simetría; un atelete con dos hermosas trufas pinchadas en el centro. Una buena gelatina, mascando todos los huecos, y en el plato, para que esté bien cubierto imitando el líquido.

Para los caballos marinos y el «Neptuno» tenemos moldes de escayola, cuya manipulación es bien sencilla. Consiste en calentar estearina echándola en los moldes; una vez fría, se descomponen los moldes y aparecen los caballos; se ponen en un zócalo, bien de arroz, o de la misma estearina; la concha se puede hacer con un cuchillo, con arroz o estearina, y las ruedas lo mismo; se monta todo eso como está en el grabado, sus guarniciones alrededor, que con sus dos capas de langostinos atrás hacen un efecto brillante y un conjunto soberbio.

Nota.—La ensalada de las centollas o cangrejos de mar, sazonada con aceite y vinagre." [1]

Curiosa receta de elegante resultado que rinde homenaje a la fuente de Neptuno del Salón del Prado.
Añadimos al homenaje nuestro recuerdo al señor Enrique Guerra, jefe de cocina que fue del entonces llamado Nuevo Café San Bernardo. Este café, fundado en 1907, era famoso por sus veladas musicales y sus bistecs, incluidos en la carta de su salón restaurante.

En la siguiente fotografía podemos reconocer a don Enrique en 1917

ENRIQUE GUERRA
Fotografía de autor anónimo
© Archivo HUM
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001 RECETAS
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Y si hemos recordado una receta centenaria, un café restaurante y un cocinero, no podemos olvidar a quienes suministraban productos o daban servicios indispensables para el buen hacer en los fogones.





¡Bon appétic!


http://www.gastrofestivalmadrid.com/es/



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] La Rosa Angelina, Pascual. 1917. Nutrición, cocina y arte. Cocina artistica y casera. I (2), p. 6-13

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Gastrofestival. Madrid, 1917: Langostinos a la Arlequín", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
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Gastrofestival. Madrid, 1917: Pajaritos a la Diosa (Cibeles) y fritos

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De los fogones madrileños de 1917 nos llegaba ayer la receta con la que inauguramos esta sección dedicada al Gastrofestival Madrid 2017. Lo hicimos recuperando la denominada "Langostinos a la Arlequín" donde quedaba representado un artístico Neptuno con langostinos, perfecta combinación de creatividad y buen hacer de los cocineros de antes.

Hoy toca rendir homenaje a nuestra diosa Cibeles que, en decorada bandeja, comparte espacio con un producto de antaño y hogaño: los pajaritos, aquellos que hasta bien entrado el siglo XX se ofrecían fritos en algunas tabernas madrileñas.





Pajaritos a la Diosa
Nueva receta centenaria con la diosa Cibeles como protagonista en la mesa. Su elaboración es más complicada que la de Neptuno, pero don Pascual La Rosa Angelina se esfuerza por explicarla de forma sencilla... o eso dice:
"Este plato, que a la vista resulta de gran aparato, es sencillísimo, los leones, la figura y las ruedas, tenemos moldes para hacerlos, pudiendo usted hacer un sin fin de combinaciones; la: parte culinaria puede que sea un poco más complicada, le daré la receta lo más sencilla, para que pueda usted operar con facilidad.
Veinticuatro pajaritos bien desplumados y chamuscados con alcohol, los deshuesa, dejándoles únicamente las patas, procure sacarlos bien enteros; una vez deshuesados, los pone en un adobo de cebolla cortada y orégano, sal, pimienta y un buen vaso de vino de Jerez, dejándolos durante tres horas; mientras que los pájaros están en adobo hace usted un gratín en la siguiente forma:
En un plato a saltear echa usted ciento cincuenta gramos de tocino, cortado a cuadros, con una hoja de de laurel y un poco de tomillo y una pizca de especies, póngalo al fuego, despacio para que se funda el tocino, una vez fundido le echa 400 gramos de hígado de ternera, cortado a cuadritos pequeños, poniéndolo a fuego fuerte y sin dejar de menear; una copa de cognac y préndalo fuego poniéndolo a enfriar, una vez frío, lo machaca al mortero para pasarlo al tamiz de crin, recójalo en una cacerola y con una espátula lo trabaja; saca usted los pájaros del adobo, los limpia bien de las legumbres y los extiende sobre una mesa; corta usted filetes de lengua escarlata y trufas; sobre los pájaros que tiene usted bien extendidos sobre la mesa, pone usted un poco del gratín que tiene usted en la cacerola, extendiéndola toda la superficie del pájaro, poniendo filetes de lengua y trufas, otra capa de gratín y otra de filetes de lengua y trufas, lo envuelve usted para darle la forma como si tuviera los huesos y los va poniendo en una placa, una vez terminado, hace usted una pasta con harina, agua y un poco de manteca, extiende usted su pasta; en el espacio que usted comprenda que pueden ocupar los 24 pajaritos rellenos en esa pasta que ha extendido le pone unas hojas de tocino muy finas y encima los pájaros en dos hileras.
Cubre usted con la pasta y lo mete al horno a cocer tres cuartos de hora, a horno regular es suficiente, lo saca y lo deja enfriar; una vez frío rompe la pasta o pastel y saca los pájaros con mucho cuidado de no deformarlos, con un pañito los oprime para darle bonita forma; con los huesos de los pajaritos habrá usted hecho un fondo y con este fondo una salsa de jugo frío, los glasea que estén completamente cubiertos; si la salsa no tuviera suficiente cuerpo, échele dos hojas de gelatina, con un pincel y un poco de aspic los baña para que estén bien brillantes; saca usted de los moldes los leones, la figura y las ruedas que habrá hecho usted de sebo fundido, mezclado en partes iguales con estearina en fuente larga pondrá un suelo de arroz cocido y machacado, los leones los coloca en una punta, detrás un tarugo de sebo largo hasta la mitad de la rueda grande, lencima de ese otro más pequeño, con el cuchillo recórtele y haga algún dibujo; encima pone usted la figura, las ruedas a los lados, pegadas, y detrás los pajaritos en pirámide; si no tuvieran bastante equilibrio con el sebo, puede usted hacer tres borduras, una encima de otra y colocar los pájaros, una atelete pinchada, una trufa y atravesando un pájaro la coloca en el centro unos costrones de aspic, todo alrededor de la fuente y el mismo aspic picado muy fino lo echa usted por encima del carro, los leones, la figura, todo el suelo y sobre todo, que los claros de los pájaros sean tapados, una vez teminado, póngalo en un sitio visible para que si está usted en el extranjero, tenga un recuerdo de la Cibeles, esa fuente que se encuentra en la plaza de Castelar, en Madrid."
Cocineros, cocinillas, sibaritas, armaros de valor para seguir los pasos de esta receta. Quizá los ingredientes puedan valer para otro tipo de ave; todo es cuestión de experimentar.

Había muchas otras maneras de prepararlos, entre ellas la más conocida, frititos y crocantes.


Pajaritos fritos
"Que llueva, que llueva,
la virgen de la Cueva;
los pajaritos fritos
saltan en las sartenes!...
¡Y llueven somatenes
en todos los distritos!...
¡Que sí!...
¡Que no!...
¡Que llueva a chaparrón!"
 Luis de Tapia, 1923

Ya que hablamos de estas pobres avecillas, bueno es recordar la costumbre que hubo de saborearlos en la villa y corte desde muy antiguo. En el libro Los gritos de Madrid, obra de Miguel Gamborino publicada en 1817 (hace 200 años) se representa a los vendedores ambulantes del siglo XVIII. En la página 35, al grito de "Una caña de pájaros", aparece una vendedora con su cesta que en la mano lleva una caña con seis pajaritos.



Durante los siglos XIX y XX, los pajaritos constituian un delicioso reclamo para las tabernas.
En el fabuloso tratado de cocina de Angel Muro, titulado "El Practicón" (Madrid, 1891), se cita una de las tantas tabernas que ofrecían pajaritos fritos:
"Una popular y antigua taberna madrileña de la Plaza de Santa Ana en Madrid tiene la fama en toda España, de los mejores pájaros fritos, y vende diariamente, durante la época de las calandrias, alondras y pardillos, millares de estos pajaritos, que van á comprar allí de las casas más opulentas de la capital.
Real y verdaderamente en Francia, en donde los guisos de las aves han llegado al mayor refinamiento, no se hacen las calandrias como en Madrid, en la antigua y acreditada casa ya citada de D. Joaquín Alvarez, y aunque en todas las demás tabernas se despachan también pajaritos fritos, dejan mucho que desear, porque los fríen en aceite en lugar de hacerlo en manteca de cerdo, como Alvarez, y luego, la limpieza del comestible es muy discutible en las demás partes."

En un artículo sobre medioambiente publicado en La Época (LXXVIII, 27.120. Madrid, 1926), un tal R. P. Valdés hablaba de "pirámides" de pajaritos fritos adornando los escaparates:
"Todos hemos visto en los escaparates de las tabernas de Madrid voluminosas pirámides de pajaritos fritos. La autoridad prohibió tan lamentable exposición. Después... después no han debido volver a ocuparse del asunto, porque me aseguran que los pájaros que antaño se ofrecían al público en los escaparates se sirven hoy en el interior de los establecimientos sin poner la más mínima dificultad. Es decir, que los efectos prácticos siguen siendo ahora los mismos que antes. Los pájaros siguen muriendo por millones; detrás irán los árboles, y detrás de todo esto, el hambre y la miseria."

En 1933 Ramón Gómez de la Serna publicaba en la "Tribuna Libre" del diario republicano LUZ un artículo que llevaba por título "Tapas legítimas". En él hablaba de las costumbres gastronómicas del "español castizo", ofreciendo el típico menú que se servía de tapa en las tabernas:

"Es gracioso el menú de las tapas,
ovillejo de cosillas, paripé de futesas,
relación de pequeñas cifras:

Calamares al amarillo.
Soldadltos de Pavía.
Sábalo ahumado.
Caracoles a la madrileña.
Bistelitos de carne.
Hígado a la plancha.
Boquerones en abanico.
Mollejas encebolladas.
Montaítos de chorizo.
Sesos huecos.
Bacalao con tomate.
Callos a la sevillana.
Pajaritos fritos.

Degustador de pequeñas realidades,
el español disfruta esta aleluya de cosas,
un gajo de cada una, pinchado por
el tenedor de palillo."


También en 1933, la Sociedad Protectora de Animales conseguía que el gobernador prohibiese su venta, que había alcanzado un precio abusivo. En la siguiente imagen podemos apreciar aquellas pirámides de avecillas que muestra con orgullo un pinche de cocina, y el aviso: "¡No se pueden vender pajaritos!".


Diecinueve años más tarde, el 23 de noviembre de 1952, el diario ABC anunciaba:


Acompañaba a esta noticia una columna de ISIDRO, quien hablaba de los 1.200 kilos de carne congelada que habían llegado a Madrid y de la costumbre de comer pajaritos. Sobre esto último decía:
"Ademas que contamos con la ayuda de ese alimento propio de la temporada a la que, según el humor de cada cocinero, llaman "pavas", "fortalezas volantes" o simplemente pajaritos fritos, que se dora y churrusca en las sartenes de los bares [...].

En 1968 saltaba la polémica. Ecologistas y protectores de animales ponían el grito en el cielo cuando doña Maruja Callaved daba una receta de pajaritos fritos en el programa de RTVE "Vamos a la mesa". La famosa locutora había comenzado por decir que la caza de estas avecillas estaba prohibida, pero había añadido "por si acaso el día de mañana se autoriza".



Como en ocasiones anteriores, a la prohibición se le hizo poco o ningún caso. Los madrileños continuaron degustando pajaritos hasta que a finales de la década de los sesenta del pasado siglo; para ser más exactos, hasta enero de 1968, que es cuando vuelve a recordarse la prohibición.
Así se publicaba la noticia en Hoja del Lunes [III (1.505) Madrid, 29 de enero de 1968]:



El viernes 26 de octubre de 1971, el Pleno municipal daba curso a varias ordenanzas entre las que se encontraba -una vez más-, la prohibición de venta de pajaritos fritos. En 1979 se renovaba la ordenanza.
La policía municipal podía requisar el producto y multar a cafés, bares y tabernas. Se salvaban de esto aquellos que mostraban a la autoridad la certificación de producto autorizado, aludiendo a que se trataba de "pollos de codorniz criados en granjas".

Lo cierto es que el Ministerio de Agricultura autorizaba la cría, sacrificio y comercialización de pájaros en granjas debidamente registradas. A estos pajaritos se les denominaba "granjitos", y su consumo estaba permitido. Un empresario del sector, decía en 1999:

"Debe comer granjitos para no matar pajaritos, su mejor sucedáneo".

Poco antes, en 1995, don Camilo José Cela escribía su "Elogio de los pajaritos fritos" para el diario ABC:
"Tienen un sabor delicado, son como las trufas del aire o la mojama de sirena del mar, pero la ley prohíbe paladearlos aunque fuere con mimo y reverencia, con deleite, parsimonia y angélico regustillo y timidez; es una verdadera lástima que las papilas del gusto del legislador no hayan pasado aún de la mortadela o, en los casos verdaderamente afortunados, de los espaguetis.
¡Peor para los legislados, que tan mal pago reciben de quienes les cobran los dineros!."

Y aquí paramos de contar, porque como parece que las leyes y ordenanzas son para saltárselas, y hasta en el siglo XXI se continúa hablando del tema.



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] La Rosa Angelina, Pascual. 1917. Nutrición, cocina y arte. Cocina artistica y casera. I (2), p. 6-13

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Gastrofestival. Madrid, 1917: Pajaritos a la Diosa (Cibeles) y fritos", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Carnaval de Madrid, cien años atrás (1917)

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Este viernes, 24 de febrero de 2017, se inaugura el Carnaval de nuestra ciudad. Como cada año y para la ocasión, Historia Urbana de Madrid revive los festejos del pueblo madrileño de cien años atrás.



Días frescos en Madrid durante la celebración de los Carnavales. Las temperaturas mínimas no superaban los 4º, ni las máximas los 14º. Como cada año, desde 1915, se cuestionaba esta fiesta debido a la triste situación que vivía Europa, sumida en la Gran Guerra. Pero como veremos a continuación, Madrid cumplió con la profana tradición y rindió culto al dios Momo con alabanzas a lo ridículo y grotesco.

De esta guisa se manifestaba la revista La Ilustración Española y Americana sobre el asunto de la guerra:
¿Es posible que ese insensato cascabeleo del loco Carnaval pueda dejarse escuchar dominando los estruendos de la gigantesca tragedia de que es teatro el mundo entero y cuyas derivaciones afectan incluso a los pueblos que pudieron conservar su condición de espectadores?
¿No significa un cruel sarcasmo esa fiesta de la alegría, cuando la muerte impera en todo el universo? […] ¡Triste carnaval este carnaval de 1917, dibujando un cuadro de colorines sobre un fondo gris de muerte y desolación!” [1]

Pero el pueblo necesitaba fiesta. Bastante complicada era la situación política y social como para hacer duelo por los vecinos europeos. Así, pues, comenzamos nuestro trabajo con las crónicas del Carnaval de hace cien años.





Carnaval de 1917
Aquel año las Carnestolendas se celebraron en febrero, los días 18 a 21. La flor y nata de esta villa y corte venía organizando desde enero sus tradicionales bailes de máscaras; lo mismo que los Centros sociales, la burguesía y el pueblo llano.

También en enero, el día 15, el Ayuntamiento acordaba no conceder licencias a las comparsas de hombres disfrazados de bandidos. Por otra parte, corría el rumor sobre la decisión del alcalde Ruiz Jiménez de ordenar que las máscaras no circulasen por el Paseo de la Castellana y Recoletos (que era lo habitual), sino por el Paseo del Prado, instalando las tribunas sobre el de "Tragineros". Afortunadamente esto último no se cumplió.




A propósito de los disfrazados de bandidos, el ingenioso José Pérez Zúñiga aprovechó la ocasión para dar rienda suelta a sus habituales críticas humorísticas:

“Señor alcalde mayor:
Acabo de averiguar
(y no ha podido tomar
una medida mejor)
que en los disfraces prohibidos
para las fiestas que vienen
figura el de los que tienen
el aspecto de bandidos.
¡Bastantes vemos hoy día
vestidos de caballeros
que son unos bandoleros!”


Días más tarde la Comisión municipal de Espectáculos anunciaba la prohibición de las citadas comparsas de bandidos, además de todas aquellas que “no fuesen de buen gusto” o que pudiesen relacionarse o hiciesen alusión a la guerra europea.

Además, acordaban la entrega de premios de 3.000, 2.000 y 1.000 pesetas a las carrozas más bellas y originales. También habría premios para las máscaras de a pié.

El día 17, por la noche, recorrió las calles de la ciudad una cabalgata que anunciaba los festejos.


Trenes baratos
La Compañía de los Caminos de Hierro establecía un servicio especial de billetes de ida y vuelta a precio reducido desde el día 18 hasta el 22 para los “Isidros” que venían a disfrutar del Carnaval de Madrid. Estaba destinado a los viajeros desde Valladolid y estaciones intermedias.
Por otra parte, la Compañía del Mediodía ofrecía el mismo servicio para los viajeros de Guadalajara, Aranjuez y Toledo.


Carnaval y comercios
En un Carnaval no puede faltar el confeti, las serpentinas y otras tantas cosas de arrojar; disfraces, caretas, antifaces y, cómo no, carrozas y coches engalanados. Muchos comercios e industrias ofrecían sus productos y servicios en esas fechas. Aquí algunos:















Días de Carnaval
Fueron días frescos pero soleados. Madrid amanecía con nieblas, pero Febo, o "Lorenzo", se dejaba ver a primera hora de la tarde para regocijo del pueblo fiestero.

La calle de Alcalá, Recoletos, Paseo de la Castellana y todas aquellas que confluían en el centro estaban atestadas de público y máscaras. La originalidad en los disfraces brilló por su ausencia; salvo algunas excepciones. Abundaron los trillados pierrots, zaparrastrosos, bebés, payasos (clowns, en esos tiempos), destrozonas y mamarrachos.




Aquel año las tribunas estuvieron muy animadas y se extendían desde la plaza de Colón hasta el monumento a Isabel la Católica. Eran las del Círculo de Bellas Artes, Casino Militar, Gran Peña, Centro de Hijos de Madrid, Círculo de la Unión Mercantil, Casas de Socorro de los distritos, Bomberos, Asilos municipales y Ayuntamiento. Las del Jurado y la Prensa estaban situadas junto al monumento de la católica reina.








Al atardecer comenzó el desfile. Veintiocho carrozas, veintidós coches adornados y multitud de máscaras de a pié discurrieron por el paseo.

Esperada y muy ovacionada fue la presencia de la infanta Isabel, acompañada de la inseparable señorita Juana Bertrán de Lis. La tan querida “Chata” no se perdía ninguna de las celebraciones y saraos de la sociedad madrileña. La gente se apiñaba junto a su coche y le lanzaban confeti.




El dibujante Marín retrató aquella escena con la exageración propia del caricaturista



También pasearon en sus coches, y por separado, las preciosas Pastora Imperio y La Goya, que fueron muy aplaudidas.

El Jurado, entre los que se encontraba nuestro respetado Antonio Casero, otorgó el segundo premio (2.000 pesetas) a la carroza titulada “Bodas de Camacho” y el tercero (1.000 pesetas) a la carroza “El Cigarral”. El primer premio quedó desierto, algo que fue muy criticado por ser injusto y por tener sólo una explicación: los recortes de hace cien años.









También hubo premios de 500 pesetas a carrozas, coches y máscaras. Nombrar a todos y cada uno de los premiados nos llevaría un tiempo, por eso hemos preferido ofrecer imágenes de cuan alegres y pintorescas eran. Las fotografías corresponden al reportero gráfico González, del periódico El Día.



















La nota curiosa del martes de Carnaval
El lunes 19 había llegado a Madrid un contingente de 238 indios ingleses y portugueses que iban de camino a Gibraltar para embarcarse rumbo a la india portuguesa. Fueron recibidos por el embajador inglés en la estación de Delicias y hospedados en el Palace Hotel. El aspecto de estos indios daba miedo; los clientes del Palace protestaron y los 238 fueron instalados en un solar de la calle Medinaceli. Entonces protestaron los indios, quienes, para evitar más escándalos, el día 20 fueron llevados a la estación del Mediodía a esperar allí la salida del tren.

Siendo sus vestimentas un tanto estrafalarias, con turbantes y zarcillos en las orejas, no llamaron la atención de los madrileños porque vieron el paso de los indios como si fuese un grupo más de disfrazados.





Bailes de máscaras
En los Círculos, Centros y casas aristocráticas se celebraban bailes de máscaras desde últimas horas de la noche y hasta despuntar el alba. Habitualmente no acababan antes de las cinco de la mañana y eran bastante animados.

A comienzos del siglo XIX estos bailes fueron prohibidos; ya lo habían sido en siglos anteriores. En 1834 volvieron a permitirse y la sociedad los recibió con gran aceptación. Así se fueron sumando a los celebrados en salones privados, teatros y casinos, una ingente cantidad de locales, destacando entre todos ellos el Capellanes. Su rival era el Circo de Paul de la calle Barquillo número 7.

Emilio Arrieta en 1864 escribe para una obra definida como “revista cómico-lírica-fantástica”, una habanera que decía:

“No me lleves a Pol (sic)
que me verá papá.
Llévame a Capellanes
que estoy segura que allí no va."


Las columnas de sociedad de los periódicos anunciaban primero los bailes más postineros y al día siguiente publicaban un relato pormenorizado de lo bien que se lo habían pasado condes, marqueses, grandes y pequeños de España y señoras y señoritas de la clase más acomodada. Hasta se hacía una descripción detallada de sus disfraces.


En los teatros
Famosos eran los bailes de máscaras celebrados en el Teatro de los Caños del Peral, reinando Carlos III. El propio Giacomo Casanova había asistido cuando anduvo haciendo de las suyas por la villa y corte en 1767, y se quedó maravillado con el baile de moda: el fandango.

En 1917 teatros como el Español, Comedia, Zarzuela, Lara, Eslava, Infanta Isabel, Apolo, Cómico, Reina Victoria, Álvarez Quintero o Barbieri, ofrecían funciones por la tarde y noche; después, a partir de la una y media de la madrugada, inauguraban sus bailes.

En el cartel del Teatro Eslava un retrato de la actriz Luisa Puchol con disfraz propio del día domingo de Carnaval. La fotografía es de Larregia.





Disfraces
Las revistas de moda marcaban la pauta para los bailes de máscaras, basándose siempre en los cotilleos de la alta sociedad o las tendencias francesas e italianas.
Para 1917 se ofrecían los siguientes modelos:











Sin entierro de la sardina
Había llovido mucho en Madrid durante enero y también los días previos a Carnaval. La Pradera del Corregidor, lugar donde desde 1916 se celebraba el entierro, estaba casi inundada, más no era este el motivo de su supresión porque hasta allí se acercaron los madrileños para disfrutar del concurso de disfraces infantiles.

Las siguientes fotografías, de Salazar, muestran el aspecto que tenía el "aprendíz de río" después de las lluvias. La crecida destruyó la pasarela de reciente construcción que estaba frente a la Pradera del Corregidor.




De un plumazo el Ayuntamiento había suprimido la celebración del “sepelio de la raspa” sin mayores explicaciones. Y es que desde sus inicios, este festejo que es colofón de los Carnavales, fue blanco de las críticas. Alguno dijo, con el tono gracioso del madrileño en fiesta, que si la supresión era por motivos económicos. “¡Haber enterrado siquiera un boquerón!
No hubo sardina, pero el pueblo continuó con la tradición de ir a la pradera para continuar con la juerga. Allí también hubo jurado y concurso de comparsas, carrozas y disfraces, pero de premios más humildes: 50, 25 y 10 pesetas.

Los niños iban disfrazados, practicando para su celebración particular del domingo de piñata.





Así fue y así vivieron los madrileños de hace cien años el Carnaval. Fiesta pagana que sufrirá prohibiciones a lo largo de su historia, hasta quedar suprimida por completo en varias ocasiones, como durante la dictadura de Primo de Ribera y al acabar la Guerra Civil.
Madrid hará un esfuerzo por recuperarlo en la década de los ochenta del pasado siglo, y desde entonces continuamos con su celebración, con mayor o menor brío.

Nosotros nos quedamos preparando el disfraz de "destrozones", llenando huevos con líquidos olorosos y preparando "mazas" para "dacar".


¡Feliz Carnaval!



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- "Madrid, cien años atrás. Cervantes y el Carnaval. Febrero de 1916"
- "Coplas del domingo. Carnaval: en el Salón"
- "Coplas del domingo. De dar bromas. Madrid, 1916"
- "Especial Carnaval de Madrid 1913"





Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Cangas Argüelles, Ángel. Crónica general. La Ilustración Española y Americana. LXI (VI) p. 82. Madrid, 15 de febrero de 1917

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Carnaval de Madrid, cien años atrás (1917)", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

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La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


© 2017 Eduardo Valero García - HUM 017-001 CARNAVAL
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

La niña monstruosa en tiempos de Carlos III

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En el Madrid de la Ilustración todo lo extraño, diferente o curioso, era motivo de examen e investigación. Carlos III, gran entusiasta de las ciencias naturales, quizá se interesó por conocer el suceso que vamos a narrar.

Eugenia Martínez Vallejo, desnuda.
Juan Carreño de Miranda (1614-1685)
Hacia 1680. Óleo sobre lienzo, 165 x 108 cm
Museo Nacional del Prado. Número de catálogo: P02800
Colección real (Real Alcázar, Madrid, pinturas traídas de casa de Carreño a las bóvedas de Tiziano y cuarto bajo del príncipe, 1686, s.n.; Palacio de La Zarzuela, El Pardo-Madrid, retrete de la reina, 1701, s.n.; La Zarzuela, pieza primera, 1747, nº 3); Juan Gálvez; col. infante Sebastián Gabriel de Borbón; duque de Marchena; Museo del Prado (donación José Antonio González de la Peña, barón de Forna), 1939.
ENLACE


En el mes de septiembre de 1784, a dos años de la aprobación del proyectado Real Gabinete de Historia Natural y a cuatro del fallecimiento del monarca, entraba en la villa y corte una niña muy peculiar.

Del pueblo de Cantalejo (Segovia) llegaban el matrimonio de labradores Juana Sanz y Julián Zamarro con su única hija, de la que conocemos mucho pero no su nombre. Hasta el mes de octubre estuvieron en Madrid exhibiendo el cuerpo de la criatura al público.

Lo que asombró al pueblo madrileño y llamó la atención de los doctos señores que la examinaron, fue el tamaño de la pequeña, que contaba entonces un año y tres meses de edad.
La niña cantalejana pesaba “tres arrobas y cinco libras”, medida utilizada en aquellos tiempos y cuyo equivalente en kilos es 36,282 Kg.

Una arroba= 11,339 x 3= 34,017 Kg.
Una libra= 0,453 x 5= 2,265 Kg.

Nacida con un peso y tamaño normal, a los tres meses de edad había comenzado la evolución de un crecimiento antinatural. Lo curioso es que no se le había dado “otro alimento mas que la teta”.
Si tenemos en cuenta que hoy el peso de una niña oscila a los quince meses entre los 8,4 y 12,5 kilogramos, los datos son asombrosos.

Los médicos, después de un pormenorizado análisis, dictaminaron que siendo sus proporciones normales y su aspecto saludable, la niña carecía de cualquier signo de monstruosidad. Su desarrollo extraordinario era genético a decir de las conclusiones a las que llegaron los galenos y que rezan en la noticia que publicamos: la “grosura no procede de monstruosidad, sino de robustez y buena complexion de sus padres ; lo cierto es, que estos manifiestan mucha sanidad, y confiesan que siempre han sido enemigos de manjares nocivos y licores ardientes.

Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid. 11/1784, página 94
© BNE-HD
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No era algo novedoso. Por todos es conocida la historia de la burgalesa Eugenia Martínez Vallejo, “la niña monstrua de los Austrias”, cuya fisonomía conocemos gracias a los retratos que Juan Carreño de Miranda le hizo por encargo de Carlos II.

A los seis años de edad, Eugenia pesaba “cinco arrobas y veinte y una libras”, es decir, 66,208 Kg. Estos datos los obtenemos de la descripción que el Museo del Prado hace sobre el óleo de Carreño [1] y donde cita al cronista Juan Cabezas y su “Relación verdadera en que se da noticia de los prodigios de la naturaleza que han llegado a esta Corte, en una Niña Gigante llamada Eugenia Martínez de la Villa de Barcena, del arzobispado de Burgos.” , aparecido, según consta en otras publicaciones, en 1680.

Cita el artículo:
Es -escribía- blanca y no muy desapacible de rostro, aunque le tiene de mucha grandeza. La cabeza, rostro, cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, con poca diferencia. La estatura de su cuerpo es como de mujer ordinaria, pero el grueso y buque como de dos mujeres. Su vientre es tan desmesurado que equivale al de la mayor Mujer del Mundo, quando se halla en días de parir. Los Muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el Muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los Muslos, que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad, y aunque los pies son a proporción del Edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo. El qual pesa cinco arrobas y veinte y una libras, cosa inaudita en edad tan poca.

No hemos conseguido el documento original, pero en nuestra investigación topamos con otro episodio publicado también en 1680 pero acontecido en 1679.

 
El lunes 13 de diciembre de aquel año, en Jaén, una tal Dionisia daba a luz “un portento, un prodigio, un Gigante, pues parecía tener mas de dos años, blanco, hermoso, sus miembros, aunque formidables, proporcionados en su grandor cada uno […] y en ocho meses que ya tiene de edad no se le ha visto llorar, antes si reir: es muy apacible, y afable, mama como las demás criaturas, y no le han nacido dientes […] que oy parece tiene de grandor mas que si fuera de diez años, y de grueso y robustez de treinta.

El texto completo, lejos de ser científico, deriva a los aspectos astrológicos y religiosos: milagros, Justicia divina, entre otros.

Gregorio Marañón advirtió en 1945 que Eugenia Martínez Vallejo pudo ser el primer caso conocido de síndrome hipercortical. Por su parte, y para ambos casos, la medicina actual apunta al síndrome de Prader-Willi.

Cosas que ocurrían en la España de los Austrias. También en el ilustrado Madrid dieciochesco; el de Carlos III y sus avances hacia la modernidad, que lo eran, aunque las noticias nos resulten curiosas; hoy dignas de programas sensacionalistas o de misterios.



Eduardo Valero García, autor-editor de Historia Urbana de Madrid,
también participa en el blog de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica

Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Museo del Prado. Texto extractado de Álvarez Lopera, J. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Museo Nacional del Prado, 2006, pp. 114-115

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "La niña monstruosa en tiempos de Carlos III", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


Estudios cinematográficos Roptence. Madrid, 1935

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Historia Urbana de Madrid participa un año más en las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica que se celebrarán los días 21 y 22 de abril de 2017 en la Casa del Lector de Matadero Madrid.
Con el lema “Creando Madrid a través de la novela histórica”, esta segunda edición contará con la presencia de renombrados autores (escritores, novelistas, directores, etc.) que hablarán de sus obras ambientadas en el Madrid de diferentes épocas.

Cuatro serán las mesas preparadas para hacer un recorrido histórico por la villa y corte. En la titulada “Madrid recreado” intervendrán Javier Olivares (El Ministerio del Tiempo), Juan Carlos González (Carpetania Madrid) y Ana B. Nieto (con su novela Manuela, basada en la serie de TVE Acacias 38). Por su parte, Eduardo Valero disertará sobre los estudios cinematográficos madrileños y la representación de nuestra ciudad en la filmografía de diferentes épocas. Como es habitual, la mesa comenzará con un audiovisual; en este caso el que llevará por título “Madrid cinematográfico”.


La presencia de Madrid como protagonista en una filmación se remonta al año 1896 gracias a Alexander Promio, quien rueda, entre otros espacios de la ciudad, la Puerta del Sol y su característico ambiente. Este será –si acaso–, el inicio de la producción cinematográfica que más tarde se consolidará con la creación de diferentes estudios.

Sin ser el más antiguo, pero importante en su producción, en el presente artículo hablamos de los desaparecidos estudios Roptence y recordamos al “aparato sonoro” homónimo.


Estudios cinematográficos Roptence
Instalados en un precioso palacio de la calle Príncipe de Vergara¹, número 84, el sábado 29 de junio de 1935 por la tarde quedaban inaugurados los Estudios cinematográficos Roptence S. L.; siendo sus directores los señores Antonio y Octavio Roces y Rafael Escriña. En la dirección artística, don J. Sierra de Luna y el conocido hombre de negocios cinematográfico don José Pérez Flores en la jefatura de distribución.



Se trataba de la inauguración oficial, pues en su nuevo emplazamiento ya se había rodado la adaptación de la comedia de Arniches “¡Es mi hombre!”, dirigida por Benito Perojo, con Valeriano León y Mary del Carmen como protagonistas.

¹ El palacio de la calle Príncipe de Vergara había sido construido en 1919 para el afamado cirujano José Goyanes y Capdevila, fundador del Instituto Nacional del Cáncer y autor de, en aquellos tiempos, novedosos métodos de cirugía y anestesia arterial. En 1931 Goyanes será cesado de la dirección del Instituto por un extraño caso referente al robo de dos tubos de radio valorados aproximadamente en 50.000 pesetas. Falleció en Tenerife, donde residía desde muchos años atrás, el 16 de mayo de 1964.



Anteriormente los estudios habían estado situados en un local más pequeño de la calle Francos Rodríguez, número 16, donde se realizaban doblajes y –según datos encontrados–, fabricaban sus afamados sistemas sonoros, de los que hablaremos más adelante.

El 13 de julio aparecía la publicidad del nuevo Estudio Roptence en el periódico La Libertad [XVII (4.768) Madrid, julio de 1935].



En el palacio de Goyanes se instalaron las oficinas, salas de prueba y de doblaje, juntamente con los archivos y cocinas. En lo que habían sido garajes y quirófano privado se ubicaron los laboratorios, y en el solar contiguo se construyeron los siguientes edificios: estudio de "impresión" (rodaje), camerinos, talleres y casillas de transformadores y alternadores.

Los arquitectos José Sanz de Bergue y José Fonseca Llamedo serán los encargados de las reformas y construcción de todas la áreas y secciones del Estudio. Uno de los principales inconvenientes que tuvieron que solventar fue el nivel de ruidos, ya que a diferencia de los estudios ubicados fuera de población (los estudios de Aranjuez o Ciudad Lineal), Roptence estaba situado en pleno barrio de Salamanca, a escasos metros de arterias muy transitadas.

Resolver el tema acústico implicaba también otro problema, el de la ventilación; algo que solventaron con la colocación de cinco ojos de buey en la parte más alta y unos ventiladores de expulsión en tres de ellos.



También la puerta de acceso al estudio de rodaje merecía un estudio pormenorizado; además de impedir la entrada de sonidos debía ser de fácil apertura y cierre.





Por su parte, para evitar ecos y reverberación, los muros y techos fueron revestidos con aislante acústico, lo mismo que el suelo. Todo un sofisticado estudio que iba más allá de los cálculos de materiales en la construcción y en los que intervenían fórmulas como las de Beljajew o las curvas de Vern O. Knudsen.




Pero como no nos atrevemos a disertar sobre esos asuntos porque lo nuestro es la historia, ofrecemos una serie de planos y fotografías para que nos hagamos una idea de cómo fueron los estudios de la calle Príncipe de Vergara.






En el siguiente plano podemos apreciar la piscina, de 16 m de largo por 12 de ancho y 6 de profundidad.









El estudio de rodaje era una imponente nave de 30 x 18 m, con una altura de 10 m en su parte más alta, y cubierta con armadura metálica. A 6,50 m corría todo a su largo una galería de servicio sostenida sobre palomillas a la que se accedía por cuatro escalas de acero situadas en las esquinas y sujetas a los muros.




La siguiente fotografía  nos muestra la instalación en pleno rodaje. Sin duda, a tenor de los focos que penden de la estructura y a pesar de los métodos de ventilación de los que ya hemos hablado, las sesiones de rodaje eran sofocantes.



Sobre ese tema existe una anécdota verdadera de cuando el actor Valeriano León hizo su primera prueba de sonido para Roptence y le valió conseguir el papel principal en "¡Ese es mi hombre!".
Benito Perojo había insistido a pesar de las dudas de Valeriano, quien nunca había hecho cine; pero se animó y acudió a los estudios de Príncipe de Vergara.

Se encendieron los focos y Perojo dio la orden de acción, entonces se desarrolló el siguiente diálogo:

Valeriano: -¿Me vais a tonificar por los rayos ultravioleta?
Perojo: -Te vamos a probar...
Valeriano: -¿Asado o frito?
(Comenzó la prueba y todo el estudio se desternillaba de la risa)
Valeriano: -¿Pero, de qué se ríen estos señores?
Perojo: -De ti, porque lo estás haciendo como los propios ángeles...
Valeriano: -Bueno, eso de que lo hago como los ángeles es una figura retórica,
porque en tal caso lo haré como Pedro Botero, el de las calderas,
pues con estos focos y el calor que traigo de la calle,
estoy que me emparedáis en un panecillo y resulto un filete a la parrilla.



En el estudio se utilizaba el más completo y moderno sistema de iluminación de la marca Weinert.
En cuanto al sonido, correspondía al sistema Breusing-Roptence y la cabina de proyección estaba equipada con aparatos Roptence. El camión para exteriores también estaba dotado de aparatos Breusing-Roptence.


El laboratorio y la sala de montaje contaban con aparatos y maquinaria de precisión de la casa Unión, de Berlín.


Las cámaras toma vistas eran las más avanzadas de la época, de la firma Cinephone, modelos Super Parvo y Parvo.

La ubicación de estas instalaciones sobre el terreno podemos verla en el artículo que Angel Caldito publicaba en Historias Matritenses el 20 de marzo de 2009.


http://historias-matritenses.blogspot.com.es/2009/03/estudios-roptence.html


Volviendo al día de la inauguración, el fotógrafo Cortés retrató a la plana mayor de los estudios durante el “lunch” ofrecido en los jardines del palacio aquel sábado de junio de 1935. Entre ellos el director Benito Perojo y el actor Valeriano León.




Casi un mes más tarde, el 27 de julio, los jardines volverán a llenarse de glamur; a las nueve y media de la noche se celebraba un banquete íntimo por la culminación del film “¡Es mi hombre!” y se rendía homenaje al director, equipo de producción y actores.

En la siguiente fotografías, el actor Valeriano León en un momento del rodaje de la comedia grotesca de Arniches. (No se especifica autor de la estampa).



En los años 40, Roptence formaba parte de los cinco estudios cinematográficos más importantes de Europa; los otros eran CEA, Ballesteros, Chamartín y Sevilla Films.

La siguiente fotografía es entrañable y curiosa; en ella podemos ver a la poetisa y maestra Carmen Conde, figura más representativa de la generación del 27, trabajando de "minutera" para el film "Ana María" en 1943.



En mayo de 1949 había fallecido D. Ernesto González Bernaldo de Quirós, decano de los distribuidores cinematográficos y presidente del Consejo de Administración de Roptence. Al año siguiente llegará el abrupto declive.

En octubre de 1950, en la Magistratura nº 3 del Palacio de Justicia Laboral una treintena de artistas de cine presentaban demanda contra Roptence Sociedad Anónima. Reclamaban 902.032 pesetas, cantidad correspondiente a la diferencia entre lo pactado contractualmente y lo percibido por los artistas, entre los que se encontraban Sara Montiel, Fernando Rey, José Jaspe, Rafael Luis Calvo, Manuel Requena, Alicia Romay, José María Lladó y otros.
Del total reclamado, 215.000 pesetas correspondían a lo demandado por Manuel Mur Oti, director del film "Wolfram".

No era la única empresa cinematográfica que atravesaba dificultades económicas. De todas las existentes en España, en 1951 sólo CIFESA mantenía una producción constante.




En junio de 1955 los estudios denunciaban el robo de cables y otros materiales valorados en 16.000 pesetas. El suntuoso edificio por el que habían pasado renombradas estrellas del séptimo arte nacional se venía desmantelando poco a poco desde 1950.


© DIARIO ABC S.L. Madrid, 2009
Fragmento de ABC 19/10/1950


Así como se inauguró y dejó a lo largo de su existencia grandes producciones madrileñas que hoy forman parte de la historia del cine español, también agonizó y sucumbió.
Su espacio fue ocupado por el también mítico Cine Mola, y más tarde por la Sala o discoteca Jácara, donde el 20 de octubre de 1988 Nacha Pop se despedirá de su público por primera vez. El 26 de octubre de 2007 lo hará por segunda y última vez en el Palacio de los Deportes. Jácara ya había desaparecido en los 90.


Filmografía
En nuestro proceso de investigación hemos encontrado un importante listado de películas en las que interviene el estudio Roptence. No en todos los casos se trata de producción propia. Algunos títulos llevan enlace a YouTube.

1935
¡Es mi hombre!
La hija de Juan Simón
Rosario la Cortijera

1936
La reina mora
Centinela, alerta

1937
En busca de una canción

1940
El milagro del Cristo de la Vega
Don Floripondio

1941
Porque te vi llorar

1943
Ana María

1946
Vuelta al ayer

1949
La guitarra de Gardel
Ciudad de fuego

1953
El diablo toca la flauta

1956
Un abrigo a cuadros
Minutos antes



Aparato sonoro Roptence
El viernes 14 de agosto de 1931 en el cine Maravillas se presentaba el modernísimo “aparato sonoroROPTENCE, de fabricación madrileña y creación de Antonio F. Roces y Miguel La Puente.
La sala de exposición y demostración estaba ubicada en la calle Cardenal Cisneros, 69.







En nada era comparable con los sistemas de sonido extranjeros y su calidad superaba al precio, que al ser de producción nacional lo hacía más económico. Así, en 1932, se decía del Roptence:
“[…] ha llegado a un grado de perfección que nada tiene que envidiar a las casas más importantes de Europa y América pues el éxito obtenido ayer [se refiere a la reapertura del cine Goya de Puente de Vallecas (15 de septiembre de 1932)] de los ya tan acreditados como populares marca ROPTENCE es de los que no puede, ya no igualarse, sino superar ninguna otra firma de las conocidas hasta la fecha.” [La Libertad XIV (3.898) Madrid, septiembre de 1932]


Las fotografías de los aparatos posiblemente correspondan a Díaz Casariego (no se especifica en las publicaciones).


El sistema había sido instalado con anterioridad en su versión portátil en el Petit Casino de San Sebastián.

En septiembre de 1932 se publicitaba en La Voz de Asturias:



Y así finalizamos la historia de Roptence, uno de los estudios cinematográficos que hubo en Madrid y cuya reputación llegó hasta Hollywood, aunque nunca lograron prosperar los lazos comerciales.
Roptence fue la empresa más involucrada en la transición del cine mudo al sonoro, prueba de ello es el sistema patentado del que hemos hablado; por eso la hemos elegido como referente de la producción cinematográfica madrileña, sin ser menos los otros estudios que existieron en nuestra ciudad.


Eduardo Valero García, autor-editor de Historia Urbana de Madrid,
también participa en el blog de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica

Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

Sanz de Bergue, J y Fonseca Llamedo, J., 1935. Los Estudios Roptence. Arquitectura. Revista del Colegio Oficial de Arquitectos. Madrid, XVII, nº 7, pp. 264-274

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Estudios cinematográficos Roptence. Madrid, 1935", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
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Curiosa factura del Hotel Nacional. Madrid, 1957

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El 20 de marzo de 1957 José Valero y Amparo García contraían matrimonio en la iglesia de Santa Teresa y Santa Isabel de Chamberí. Después de un austero convite y festejo familiar, los recién casados se dirigieron al emblemático Hotel Nacional.



Inaugurado en febrero de 1925 gracias a la iniciativa de D. Ramón Carnicer, reputado industrial, presidente de la Sociedad Anónima de Calzados La Imperial y entonces teniente de alcalde de nuestra ciudad, el Hotel Nacional daba la bienvenida y cobijo al viajero que entraba por la estación del Mediodía.

Nueve años atrás había adquirido los terrenos para construir un edificio que albergase almacenes y oficinas de La Imperial en sótano y primer piso; en el resto del inmueble, de diez plantas, se dedicaría a Hotel Meublé. Pronto se dará cuenta el Sr. Carnicer del error que cometía; situado en zona tan estratégica, con el antiguo Salón del Prado y la importante calle de Atocha en sus vértices; en plena Glorieta de Atocha y enfrentado a la estación de ferrocarril, el hotel debía ser único y moderno.
Así nacerá el edificio que hoy todos conocemos.


Curiosidades
Inundación, incendio y robo
El día previo a su inauguración el hotel sufrió una inundación, habían estallado los depósitos de agua de pisos superiores; el agua bajaba por las escaleras e inundaba la planta baja. Se acabó de achicar el líquido elemento a las tres de la madrugada, hora en que un paseante entró en el establecimiento para advertir que había fuego en una habitación; se trataba del despacho donde se guardaba la documentación del hotel. Sofocado rápidamente con los sistemas de incendio de los que disponían, aún faltaba otra sorpresa: un robo.

En un primer momento se pensó en Pórtoles, famoso ladrón de hoteles y otros sitios de robar, mas las pesquisas policiales, aunque lentas, fueron efectivas; un año después del robo era detenido en Berlín un polaco que la noche previa al robo se había registrado en el Nacional con el nombre de Charles Sprage.


Estampas del Nacional
Describir las características arquitectónicas y de servicios que ofrecía el hotel nos llevaría un tiempo que queremos ocupar en el motivo del título del presente artículo: “Curiosa factura del Hotel Nacional. Madrid, 1957.” Aún así, ofrecemos estas preciosas fotografías de la fisonomía del edificio e instalaciones tres años después de su inauguración.
Corresponden a la revista “Viajes por España” y no se indica autor de las imágenes.


Escalera principal

Detalle del Hall

Cafetería

Restaurante

Azotea y jardín

Pasillo

Habitación

Habitación

Salón particular

Baño


Curiosa factura del Hotel Nacional
Como hemos comentado al principio de este artículo, el 20 de marzo de 1957 contraían matrimonio José y Amparo, padres del autor/editor de Historia Urbana de Madrid, y pasaban la noche de bodas en el Hotel Nacional.

Lo curioso de la factura, además de ser diferente a las conocidas en internet, es el número de habitación y el coste de la misma.

El matrimonio ocupó la habitación 236, cuyo precio era de 156 pesetas. Por el desayuno pagaron 50 pesetas y 30 por la póliza de turismo. El total de la factura ascendía a 236 pesetas, número idéntico al de la habitación.

El logotipo aparece debajo del ticket Nº 15104 de fecha 21 de marzo de 1957
COLECCIÓN VALERO GARCÍA
Signatura: VALGAR_DOC_001a_JVH-002
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001 HOTEL NACIONAL
© 2017 HISTORIA URBANA DE MADRID ISSN 2444-1325


COLECCIÓN VALERO GARCÍA
Signatura: VALGAR_DOC_001_JVH-002
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001 HOTEL NACIONAL
© 2017 HISTORIA URBANA DE MADRID ISSN 2444-1325a


Ahora me permito la licencia de hablar en singular.
En 1998, dos años después de la reinauguración del hotel, que había estado abandonado por casi 20 años, mi padre hizo esta fotografía.

COLECCIÓN VALERO GARCÍA
Signatura: VALGAR_FOT_1543-98_JVH-002
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001 HOTEL NACIONAL
© 2017 HISTORIA URBANA DE MADRID ISSN 2444-1325

Entramos al hotel con la esperanza de poder visitar aquella habitación, pero la distribución del edificio había cambiado y fue imposible. Aún así, mi padre recibió elogios por parte de la gerencia del hotel.

Sesenta años se cumplen hoy de aquella boda que mi madre celebra en silencio. Hace dos días, el 18, recordábamos los ocho meses del fallecimiento de José (Pepe para todo el mundo).

Sirva el recuerdo para homenajear a este manchego, madrileño por adopción, que vivió en el barrio de Argüelles y luego en el de Chamberí, hasta que las vicisitudes de la vida le obligaron a emigrar a Marruecos y luego a Argentina, de donde regresó en el año 2002.


Bibliografía

Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Curiosa factura del Hotel Nacional. Madrid, 1957", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
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Curiosidades de la Semana Santa madrileña

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Poco se parece la Semana Santa de hoy a la que vivieron los madrileños de otros tiempos. Los estrictos preceptos de riguroso cumplimiento han ido mermando hasta su mínima expresión. De bula en bula, al final la hemos hecho fija y sin necesidad de pedirla. Porque todo ha cambiado, menos ese manjar gustoso, con leche, azúcar, canela y vino generoso que llamamos torrija.

Desde el Miércoles de Ceniza al domingo de Resurrección nada es como en el Madrid de antaño.
Ya en el medioevo madrileño se mostraba un ambiente triste, de profunda seriedad y no menos profundas prohibiciones. El Fuero de Madrid de 1202 ordenaba no tomar prendas en Cuaresma, y de ahí en adelante, con el correr de los tiempos, se sumaron más prohibiciones.

Imposible hacer ruidos en Semana Santa porque también estaba prohibido. Las iglesias no tañían sus campanas; tampoco se podía andar gritando por las calles ni dar pregones el domingo de Resurrección. La gente procuraba hablar a media voz, e iban todos como fantasmas, con gesto amargo y paso lento.

Sólo se permitía música religiosa en los templos, aderezadas con novenas y rezos.
Por citar otra prohibición, ningún carruaje podía circular por las calles en Jueves Santo, incluido el del rey. Sólo se permitían las sillas de mano como único transporte.

Noticia del año 1787


Las primeras semanas de la Cuaresma todo era recogimiento. Los feligreses asistían a iglesias y oratorios. Quienes no podían acudir por el día lo hacían por la noche, principalmente los hombres.
Eran escasas las manifestaciones públicas, sólo dos se hacían: las misiones de los Dominicos y Jesuitas en las plazas principales y dos procesiones, que eran las del Cristo de los Desagravios (que salía de San Luis el viernes de Dolores) y la del Cristo del Perdón, que hacían los frailes Dominicos del convento del Rosario.


Palmas y Ramos
Llegada la última semana de Cuaresma aquel recogimiento y sobriedad explotaba en una magnífica ostentación. En las puertas de las iglesias se montaban tenderetes de venta de palmas el Domingo de Ramos, día acostumbrado para estrenar vestidos; esos que luego se lucirían entrada la primavera.

“A quien no estrena el Domingo de Ramos,
Le cortan las manos.”

El Madrid noble y postinero salía a la calle, después de rezos y bulas, para pavonearse por los paseos en la procesión y bendición de las palmas. Como en Corpus Cristi, la Puerta del Sol se convertía en escaparate de moda y la Carrera su pasarela.

La procesión de mayor pompa era la que se hacía en el interior del Palacio Real. El Ayuntamiento iba a la de la iglesia de Santa Cruz, y en el Colegio Imperial (Instituto de San Isidro) se exponía el Santo Sudario.

En el Hospital de la Pasión (hoy Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid), aprovechaban ese día para trasladar de la iglesia al Camposanto los huesos de los muertos. Los asistentes al funesto acto obtenían indulgencia plenaria.

Era costumbre que los galanes ofreciesen palmas a sus damas al entrar en la iglesia. Situación complicada que propiciaba reyertas cuando dos galanes la ofrecían a una misma dama, o cuando una era equivocada por otra; algo normal por ir todas ellas con el manto echado.

En la siguiente imagen, atesorada por la BNE, vemos una petimetra con manto y luciendo un bonito modelito en la Semana Santa de 1777.

“Pitimetra española, con manto, segun se bisten en la Semana Santa”
Autor: Cruz, Manuel de la (1750-1792)
Cruz Cano y Olmedilla, Juan de la (1734-1790) - Petimetra con manto en la Semana Santa
Fecha:1777
Figura entera, de pie 3/4 a la izquierda. Traje negro y mantilla Dibujo preparatorio para grabar la obra Colección de trajes de España, tanto antiguos como modernos, que comprehende todos los de sus dominios. Madrid, 1777. (BNE, ER/3393 (12); ER/3395 (12) ; Invent/15721) Pertenece a una colección de cuarenta y cuatro dibujos originales (B-1915/B-1058, Dib/14/4), realizados para la obra antes mencionada Corresponde a la estampa n. 12 de la Colección de trajes

Finalizados los oficios el galán acompañaba a la dama a casa y ataba la palma en la reja con cintas de seda. Como en el caso de los abanicos o los pañuelos colgados en los balcones, las cintas también tenían un código.

Si el color de la cinta era encarnado, el galán podía sentirse afortunado, era amado.
Si de color negro, el galán había sido rechazado.
Las verdes daban esperanza y las blancas indicaban que la dama estaba disponible.


Matracas, carracas y tabletas

“Todo, todo en el mundo
Tiene descanso;
Todo, hasta las campanas
El Jueves Santo.”

Como estaba prohibido tañer las campanas en Jueves Santo, las iglesias utilizaron unas máquinas que llevaron el nombre de matracas. Estaban compuestas por dos maderas en forma de aspa y unos martillos. Al hacer girar las aspas el golpeteo de los martillos producía un ruido muy particular con el que se llamaba a los fieles. Había variopintos modelos y de diversos tamaños, pero en esencia todos cumplían la misma función.



Existían otros artilugios más pequeños, llamados tabletas, que eran eso, una tabla con mango y una o varias aldabas.
En tiempos de Carlos I los galanes las regalaban a sus damas. Estas tabletas se mostraban primorosas, de artesonada manufactura, labradas y con las aldabas de latón, plata u oro, según los posibles del galanteador. Se utilizaban el Miércoles Santo en los paseos por las lonjas de los templos o sus cementerios.

Más adelante, en las puertas de las iglesias comenzó a venderse otro instrumento, la carraca. A este artilugio hoy le denominamos matraca, por lo que no es necesario explicar su mecanismo. Ya en el siglo XVII los niños madrileños lo utilizaban como juguete.



Pero también los jóvenes galanes y sus damas las utilizaban dentro de los templos, cuando se apagaban las luces del tenebrario, creando un terrible jolgorio que Felipe II, y también el tercero y el cuarto, intentaron prohibir sin éxito.

Las siguientes imágenes muestran la gran variedad de matracas, matracones, carracas y tabletas utilizadas en diferentes épocas y no siempre para uso religioso.















En Madrid está radicado el leonés D. Francisco Marcos Fernández, autodidacta artesano y coleccionista que atesora y construye este tipo de instrumentos. Su colección puede considerarse única en el mundo por ser la más variada en contenido. Las reproducciones que él mismo fabrica son fruto de una minuciosa investigación y están realizadas con maderas nobles recicladas, algunas con una antigüedad superior a los doscientos años. https://www.carracasymatracas.com/

Como muestra de su colección ofrecemos los siguientes vídeos.







Las arrebozadas, o rebozadas, o enmantonadas
Como en Semana Santa las iglesias permanecían abiertas las 24 horas y encendidos sus monumentos toda la noche, a la madrugada asistían los que iban a rezar y aquellos galanes que buscaban otras pasiones, no las de Jesús.

En el ambiente cargado por los efluvios humanos y la cera ardiente; medio en penumbras y con el leve susurro de los rezos, unas damas cubiertas con sus mantos, velaban al Santísimo con hachas encendidas. Eran las arrebozadas o rebozadas, que quiere decir: enmascaradas o con el rostro cubierto.

Pues bien, con los galanes pasionales por un lado y las arrebozadas por otro, en el encuentro religioso surgía el romance y lo que terciase. Escándalo que, como otros tantos, minaron la paciencia del segundo rey Felipe, quien en 1575 consultaba con el Arzobispo de Burgos la manera de evitarlos.


Colaciones
El Jueves y Viernes Santo las iglesias se poblaban de tenderetes. Confiterías ambulantes, despachos de vino y pan, buñolerías y otros, proveían dulces y manjares a los parroquianos. Era costumbre que los comiesen dentro de los templos.

“Fui a la iglesia con las niñas
El día de Jueves Santo,
E acallamos nuestro llanto
Empapándole en rosquillas”

Y las damas y galanes hacían lo propio

“Ayer, en el monumento
que ponen los mercedarios,
cargada de escapularios
vide á mi dueño e tormento.
Rezaba con fervor santo,
e entre estación y estación,
endulzaba su oración
comiendo bajo del manto.
Viendo su tal apetito
e deseando osequiarla,
me salí para comprarla
dulces do San Antoñito.
E volviéndome á su lado
cargado de confetura,
allé en ella mi ventura
dempues de qu' hubo rezado,
Que luego qu' el cucurucho
abri para regalarla
forzé la mano besarla
e noz me la quitó mucho.”


En las tribunas de los caballeros y en las sacristías se montaban opíparas mesas llamadas colaciones, en las cuales bebían y comían los que salían de velar al Santísimo, entregándose a pantagruélicas francachelas. Gómez Ribera, poeta de los tiempos de Carlos I, había escrito:

“El escándalo ha llegado
En España á tal fomento,
Que en banquete descarado
Se convierte el monumento
De Cristo sacramentado.”

En Palacio se preparaba una colación para los pobres y se les regalaba ropa.




Visita a los monumentos y siete Sagrarios
Las iglesias competían por tener el mejor monumento, que es el altar donde se guarda un copón con las formas consagradas del oficio de Jueves Santo.
Todo Madrid tenía por costumbre visitarlos luciendo sus mejores galas y rezaban frente a ellos… y, como hemos visto, también comían y flirteaban.

Las iglesias no escatimaban en gastos para su decoración, sacando los más ricos tapices y candelabros relucientes, además de hacer un buen dispendio en flores, velas y velones.



Como contrapunto, se instalaban las llamadas “mesas petitorias” para que los visitantes dejasen su limosna. Era una de las tantas cuestaciones que con el tiempo se hicieron más vistosas; así, por ejemplo, las mesas de cuestación de la Fiesta de las Flores, integradas por nobles damas y bonitas señoritas, recaudaban dinero para pobres y desvalidos. Las señoritas, muy bien vestidas y maquilladas, recorrían las calles madrileñas poniendo florecillas de papel en las solapas a cambio del óbolo.



Las visitas a los monumentos eran a su vez visita a los siete Sagrarios, es decir: siete estaciones, siete iglesias.
El más concurrido de los templos era el de la iglesia de San Sebastián, por participar en la mesa petitoria las bellas actrices de la Congregación de la Virgen de la Novena.

Los reyes también visitaban los monumentos de las iglesias cercanas al Palacio. Y los madrileños más avispados hacían las siete visitas entrando y saliendo de la misma iglesia.




Lavatorio e indultos
El Jueves Santo reyes y reinas lavaban los pies de doce mendigos, tradición esta que se remontaba al año de 1242, cuando Fernando III de León y Castilla la instauró en su Corte. La religiosa costumbre continuó hasta los tiempos de Alfonso XIII.
El Viernes Santo también lo celebraba la monarquía con oficios en la Capilla del Palacio. Ese día se le ofrecía al rey, en bandeja de plata, los expedientes de indulto de seis reos condenados a muerte. Estos documentos iban atados con cintas negras.
El obispo preguntaba al monarca si perdonaba o no a los reos. El rey respondía:

Les perdono para que Dios me perdone.

Entonces, las cintas negras se cambiaban por otras de color blanco.


Procesiones
Las procesiones fueron impulsadas en el siglo XVI por los gremios, por eso durante doscientos años los pasos eran llevados por trabajadores de diferentes gremios. Así, el paso de Jesús Nazareno lo organizaban los confiteros; el del Santo Sepulcro, los barberos; el del Cristo Crucificado, los herreros; el de la Vera Cruz, los cocheros; y hasta una treintena de pasos de otros gremios que marchaban por las calles madrileñas entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección.

En el siglo XVII era costumbre romper ollas y pucheros; y también lanzarse unos a otros papelillos impresos con figuras de angelitos y la palabra “Aleluya”.

Era costumbre en la procesión del entierro de Cristo, que se celebraba al amanecer del Sábado Santo, así como en los pasos del viernes por la tarde, que algunos hombres iban aspados y otros, con la espalda desnuda, se azotasen hasta sangrar. Más tarde, concluida la procesión, se les tiraba bolas de cera amasadas con vidrio en polvo. A este paso le llamaban “de los azotes”.

Esto, y la quema de figuras que representaban a Judas, fue prohibido por Carlos III, sin embargo, la costumbre continuó hasta el siglo XIX.

En 1805 las procesiones quedaron reducidas a una sola que se celebraba el Viernes Santo. Se marcó el orden de salida de cada paso, siendo el primero el de la Oración del Huerto, del gremio de hortelanos y el último el de la Soledad de María Santísima, haciendo un total de seis. Quedó prohibido que las mujeres participaran alumbrando, algo que habían hecho hasta entonces y que recuerda a las arrebozadas que hemos citado.

La siguiente imagen representa a los trompeteros que participaban en la procesión del Carmen Descalzo y en aquellas otras donde la música era lúgubre y participaban los disciplinantes aspados.



Por último, sin avanzar más en el tiempo, sumamos a todo ese gentío la presencia de los ciegos y su vocinglería, cantando la pasión en todas las procesiones.


De lo religioso a lo profano
Ya hemos visto el carácter jocoso, ostentoso y libertino que mostraba Madrid en los días más señalados de la Semana Santa. Las estrictas prohibiciones poco efecto causaban sobre un pueblo ansioso de festejos.
Entre las fiestas profanas que utilizaban como excusa las celebraciones religiosas, citaremos dos: la vieja de las siete piernas y la Romería de la Cara de Dios.

La vieja de las siete piernas
Ilustrada ya la Semana Santa, retrocedemos al inicio de la Cuaresma y sus siete semanas.
Coincidiendo con el Entierro de la Sardina, que se celebra el Miércoles de Ceniza, desfilaba con el séquito la representación en cartón de una vieja con siete escuálidas piernas.

Después del entierro, por la noche la anciana figura era llevada a la Plaza Mayor, donde se la coronaba de espinas, se le colocaba un gran manto negro y un cetro de ramas de apio o espinacas; todo ello mientras se entonaban cantos fúnebres entre lamentaciones y juramentos de no entregarse a la juerga hasta que la vieja perdiese sus siete piernas.

Colgada la triste figura en una cuerda, los sábados por la tarde se le cortaba una pierna. Para este solemne acto se reunían los cófrades de San Marcos y de la Sardina.
La operación se repetía cada sábado hasta el Sábado Santo, que era cuando al toque de Gloria se la decapitaba. Con gran algarabía de pandorgas y petardos se pegaba fuego al muñeco descabezado y se celebraba un baile.

Algunos decidieron celebrar este ritual mediando la Cuaresma. El día que se hacía llevó por nombre el de “partir la vieja”; y mucho debían cuidarse las ancianas de salir a la calle porque eran perseguidas por niños y muchachos armados con vejigas y sables de madera al grito de “¡La vieja! ¡Muera la vieja!”.

Si la fiesta de San José coincidía con la Cuaresma, la Cofradía de San Marcos y la de la Pasión descolgaban la figura y la escondían, rindiendo homenaje al Santo con música, bailes y cohetes. Al día siguiente volvían a colgarla con toda solemnidad.


Romería de la Cara de Dios
“Una gran parte del público se dirige á ver y adorar la cara de Dios, que está en la capilla del Príncipe Pío, plazuela de Afligidos, Madrid, con licencia de los andaluces que la tienen en Jaén, de los italianos que la veneran en Roma, de otros muchos que dicen lo mismo, y sobre todo de la que se arrojó al mar para calmar una tempestad. Tres eran, tres las caras de Dios, si una fué al mar quedan dos.”
Flores, Antonio. [1]

Sean dos o más las caras, lo cierto es que la madrileña tuvo su romería e infinidad de fieles que iban a venerarla desde el siglo XVIII y hasta el año 18 del siglo XX.




Allá, por los comienzos del siglo XVII, la marquesa de Castell-Rodrigo, doña Leonor de Moura, cuyo palacio se hallaba enclavado fuera de la montaña del Príncipe Pío, hacia la parte de la plazuela de Afligidos, fundó en el mismo siglo una capilla, donde comenzó a venerarse la Cara de Dios, cuyo lienzo, el auténtico, fue un regalo que en pago de no se sabe qué valiosos servicios hizo Su Santidad el Papa Benedicto XIV a los Castell-Rodrigo.

La Cara de Dios, estampada en el mismo lienzo en que la Verónica recogía la vera imagen al enjugar el sudor que bañaba el semblante de Jesús, era, pues, una preciosa alhaja vinculada al mayorazgo de los marqueses que desde aquellos tiempos comenzó a exponerse públicamente en Semana Santa.

La fama de los milagros realizados por la Cara de Dios que se veneraba en la capilla del palacio de la marquesa cundió, no ya por Madrid, sino por toda España, y una muchedumbre de creyentes acudía de lejanas tierras a visitar la milagrosa imagen y al cuerpo de San Vidal, que data del siglo III, y que se conserva momificado.

Al desaparecer el palacio de la marquesa y el convento de San Joaquín, de los Padres Premostratenses (vulgo Afligidos), cuyo nombre se aplicó más tarde a todo el distrito, la capilla de la Cara de Dios hubo de construirse en el lugar que ocupó hasta los años 40 del siglo XX. En su lugar se hallan hoy las escaleras de acceso a la plaza de Cristino Martos, aproximadamente.
La capilla nueva, construida a finales del siglo XIX, tenía entrada por la calle de la Princesa y salida por la del Duque de Liria.



Origen de la romería
El origen de la romería de la Cara de Dios, aunque no existen datos concretos que lo comprueben, debe remontarse a las postrimerías del siglo XVIII, en época de Carlos IV.
La fiesta fue instituida por la nobleza y acabó siendo patrimonio exclusivo del pueblo.

Existe rivalidad con Jaén sobre la autenticidad del sudario que da nombre a esta romería. Para los jiennenses el suyo es el verdadero, mientras que los madrileños aseguramos no conocer otro más auténtico que el nuestro, regalo del Papa Benedicto XIV, corroborado por los versos de Felipe Pérez, atribuidos a un sacristán que pondera las reliquias de su templo a un turista andaluz:

"-Una calavera,
la de San Alejo.
-Pero esa sería
de cuando era viejo,
porque en Huelva guardan,
porque no la roben,
otra calavera
de cuando era joven."


Y así finaliza este recorrido por la Semana Santa del Madrid de antaño y la sana costumbre de festejar que tenemos los madrileños. Quizá hoy, cuando celebramos esta fiesta religiosa, somos más recatados que antes o simplemente estamos de puente y olvidamos el recogimiento, los rezos y los potajes, pero no las torrijas… las de comercio y las de bebercio.



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Flores, AntonioEL.  LABERINTO. PERIÓDICO UNIVERSAL. Tomo I (11) Madrid, 1844

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Curiosidades de la Semana Santa madrileña", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


© 2017 Eduardo Valero García - HUM 017-001 SEMANA SANTA
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Resumen de las II Segundas Jornadas Madrileñas de Novela Histórica

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Historia Urbana de Madrid ha estado presente un año más en las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica acompañando a escritores y novelistas que recrean en sus obras el Madrid de diferentes épocas.



Como autor del blog y miembro del grupo que organiza este evento cultural y literario, ofrezco a los lectores un resumen de lo desarrollado en la segunda edición de las Jornadas, celebradas los días 21 y 22 de abril en la Casa del Lector de Matadero Madrid.

Este año coincidimos con la celebración de La Noche de los Libros y figuramos en su programa. Además, contamos con el patrocinio de la Comunidad Autónoma de Madrid, y la colaboración de la Agrupación de madrileños Los Castizos y Carpetania Madrid.


Antecedentes
Mediado el año 2015 Carolina Molina, directora de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica, se puso en contacto conmigo para contarme la finalidad de su proyecto. Le habían llamado la atención mis trabajos sobre Madrid y el interés común que tenemos por don Benito Pérez Galdós, su vida y obra. Lo que me contaba era interesante y tentador; se trataba de ilustrar a modo de crónicas el Madrid recreado en la literatura. Un trabajo en bruto que iríamos perfilando poco a poco con ideas y método.

El equipo quedó compuesto, además, por Olalla García (historiadora, escritora, traductora y docente), Víctor Fernández Correas (escritor) y David Yagüe (Licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual). Un interesante grupo liderado por Carolina, quien ya contaba con experiencia en las Jornadas de Novela Histórica de Granada, de la que es presidenta.

De izquierda a derecha: David Yagüe, Olalla García, Carolina Molina,
María Pilar Queralt del Hierro (autora invitada), Eduardo Valero García. Debajo: Víctor Fernández Correas


Y así, a principios de 2016, comenzaron a llegar las ideas, los temas a tratar, los nombres de autores que participarían y el título de sus novelas. Poco después llegará la fecha y el lugar elegido. El 6 y 7 de mayo de aquel año celebrábamos las primeras Jornadas Madrileñas de Novela Histórica en la Casa del Lector de Matadero Madrid. En la mesa inaugural contamos con la presencia de la escritora Toti Martínez de Lezea.




Segunda edición de las Jornadas
La mesa se inauguró el viernes 21 de abril con un entrañable cuento titulado “El Maletilla”, del escritor Joaquín Barrero, quien lo escribió expresamente para las jornadas y en homenaje al Matadero de Madrid, lugar donde las celebramos y escenario de historias de su juventud. Con voz calma y tono apropiado, don Joaquín nos transportó a un espacio diferente, de costumbres lejanas, donde una de sus vivencias caló en lo más hondo de los sentimientos de quienes le escuchábamos.
No pudo haber mejor y más valiosa inauguración que la ofrecida por don Joaquín Barrero.



Creado el ambiente histórico literario que identifica nuestras jornadas, comenzamos a desarrollar el programa con la mesa dedicada a "Carlos III y la construcción del nuevo Madrid". Carolina Molina habló de su nueva novela “Carolus”, ambientada en la villa y corte durante las postrimerías del antiguo régimen y la que el monarca legó al pueblo madrileño después de su transformación. Todo bajo la excelente moderación de Olalla García.



El pistoletazo de salida en cada mesa lo dan los vídeos relacionados con el tema a tratar, donde los autores hablan de la ciudad recreada en sus novelas. En este caso, el primero fue “El Madrid de Carlos III – Cronología histórica”, donde quedan reflejadas todas las obras urbanas realizadas entre 1760 y 1789. A continuación, mi disertación sobre la fisonomía de la villa y corte antes de 1759 y lo que hizo Carlos III para adecentarla. Obras que no se ven, pero marcaron en parte la idiosincrasia de nuestro pueblo.







La participación de miembros de la Agrupación Los Castizos nos descubrió la vestimenta de los madrileños en aquellos tiempos a través de los trajes goyescos que ellos lucieron durante su intervención. José Luis habló de la trayectoria y actividades de la agrupación, y María Dolores ilustró con precisión las características y nombre de cada una de las prendas.












Y así, al día siguiente, continuamos el mismo desarrollo en cada una de las tres mesas que ocuparon todo el sábado. Comenzamos con “Madrid, Guerra y Paz”, donde los autores Juan Eslava Galán, Francisco Núñez Roldán y Anamaría Trillo hablaron de las novelas que presentaban bajo la visión del Madrid sumido en una guerra.



Desde la izquierda: Víctor Fernández Correas, Francisco Núñez Roldán, Anamaría Trillo, Juan Eslava Galán y Eduardo Valero García.




El vídeo y mi disertación ilustraron momentos de la guerra y las penurias del pueblo madrileño durante aquellos 983 días de asedio.

A pesar de la dificultad del tema, los autores y el moderador, Víctor Fernández Correas, supieron poner la nota amable y de humor inteligente que hizo la mesa muy amena e ilustrativa.



Lo mismo ocurrirá poco después en la mesa "Recuerdos de Madrid", con los recuerdos de infancia y adolescencia de la mujer, con María Pilar Queralt del Hierro y su libro “Tal como éramos. Las niñas que fuimos… y las mujeres que somos”. Todo acompañado con un vídeo con imágenes de Madrid a finales del siglo XIX y las modas hasta los años 30 del siglo XX. Además, un homenaje a Unión Radio y los anuncios radiofónicos, y a las revistas femeninas que se editaban y publicaban en la villa y corte desde 1833 hasta 1938.




En mi disertación, curiosidades sobre las modas y costumbres de los siglos XVIII y XIX; la figura de la mujer en algunos comercios y otras curiosidades.
 


Como complemento, la mesa se llenó de juguetes y objetos que utilizaban nuestras abuelas y madres; y también nosotros en edad temprana.




Por la tarde, la mesa “Madrid recreado” estuvo animada y amena hablando de cine y series de televisión. David Yagüe moderó la intervención de Javier Olivares, Ana B. Nieto y Juan Carlos González (Carpetania Madrid).


David Yagüe, Juan Carlos González, Ana B. Nieto, Javier Olivares y Eduardo Valero García

El vídeo mostraba escenas de Madrid desde 1896 a 1951 y mi intervención ilustró al público sobre los primitivos estudios cinematográficos instalados en Madrid desde 1913 hasta 1941.




Los libros
Como en la edición anterior, contamos con la imprescindible colaboración de Antes A.T. - Librería histórica, encargada de ofrecer las novelas que formaron parte de cada mesa. Un servicio extra de las Jornadas que permite a los interesados hablar con sus autores preferidos y llevarse un ejemplar dedicado y firmado.

Alfredo Tiemblo, responsable de Librería Antes


Conclusión
Aunque no tuvimos lleno absoluto como en la anterior edición, se notó la asistencia de público amante de la historia de Madrid y la literatura. Las ponencias de los autores y colaboradores fueron de calidad exquisita, algo que da carácter y caracteriza a nuestras jornadas.

Lo que surgió como una idea, una nueva aventura dedicada a Madrid, está a punto de cumplir su primer aniversario y ya va por su segunda edición. Seguros de hacer una tercera, confiamos en poder ofreceros enésimas jornadas, siempre con Madrid como protagonista dentro de un contexto cultural y literario.

Como dije en la clausura de la primera edición:

¡Hay que querer a Madrid!


Día del Trabajo. Madrid, 1º de mayo de 1917

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Madrid, cien años atrás

El 1º de mayo de 1917 fue martes. El día amaneció nublado, con una temperatura de 11,7° a las ocho de la mañana, alcanzando un máximo de 17,8° al mediodía. La situación política y social -marcadas ciertas diferencias-, no difería mucho de la actual.

En diciembre de 1915 las Cortes quedaban disueltas y se vivía la misma situación que cien años más tarde conocimos. Los acontecimientos centenarios podemos recordarlos en el artículo "Nuevo Gobierno de España. Madrid, 1915."


Manifestación obrera del 1º de mayo de 1917
Desarrollo
Pasadas las diez y media se puso en marcha la manifestación obrera congregada como cada año en la Plaza de Isabel II. Según las noticias, se calcularon más de 30.000 asistentes.

La Puerta del Sol durante la manifestación obrera del 1º de mayo de 1917.
Fotografía de Salazar
© Archivo HUM
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© 2017 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

En perfecto orden avanzaron por la calle del Arenal los grupos encabezados por la bandera de la Agrupación Socialista y tras ella la presidencia, constituida por Matías Gómez, Ovejero, Besteiro, Anguiano, López Baeza, Andrés Lafuente, Largo Caballero, Almela y otros.

Les seguían las banderas de las Sociedades organizadoras, y detrás las de Chamartín de la Rosa y de panaderos, acompañadas de un desfile de niñas y niños cogidos de la mano. Otro grupo de pequeños iba de traje de domingo del gremio de albañiles.

Niñas y niños de la Agrupación Socialista de Chamartín de la Rosa en la Puerta del Sol
Fotografía deAlfonso
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La bandera de los marmolistas iba rotulada con la siguiente leyenda: “Por la intolerancia de nuestros patrones llevamos siete meses de huelga.

Uniéndose al sentir general de duelo por la guerra europea, las banderas llevaban crepón negro y las solapas y pechos de los manifestantes cintas negras y rojas. A esto se sumaba el silencio, ya que desde 1915 no se gritaba ni se cantaban himnos en este festejo. En las calles no hubo presencia policial ni de otras fuerzas.

A las once entraron los manifestantes en la Puerta del Sol, donde hicieron tres paradas. A las doce menos diez continuaron su recorrido por la calle de Alcalá, donde se incorporó a la cabeza de la marcha el duque de Tovar.

Durante todo el trayecto el grupo femenino de la Casa del Pueblo repartió florecillas y lazos con la intención de recaudar dinero para El Socialista, órgano de los obreros.

Discurrió la marcha por Barquillo y calle de Piamonte hasta finalizar en la Casa del Pueblo (antiguo palacio del duque de Béjar).

Casa del Pueblo, de Madrid, inaugurada en noviembre de 1908.
Fotografía: Salazar
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Desde el balcón, y por ausencia de Pablo Iglesias, se dirigió a la multitud Julián Besteiro. Su discurso comenzaba diciendo:
Camaradas:
La resistencia de los Poderes políticos que defienden a la burguesía viene oponiendo siempre a la clase trabajadora hace que hoy formulemos las mismas peticiones de todos los años.
Desde 1898 pedimos las ocho horas de trabajo, sin conseguir que alcance a todos esta justicia, porque esta acción sigue en el telar de las Cámaras españolas, sin que jamás se vea el tejido.

Se hizo alusión a los obreros del campo y la “Ley de accidentes del trabajo”; a los problemas políticos y sociales del momento; a la guerra de Marruecos y sus consecuencias. También se habló de la huelga general, aquella que históricamente se conoce como “Huelga general revolucionaria” de agosto de 1917.

Concluido el acto, una Comisión formada por Largo Caballero, Besteiro, García Cortés, López Baeza y otros, entregaron al ministro de la Gobernación las siguientes conclusiones:
Primera.– Petición de ocho horas de trabajo como punto principal de la legislación obrera.
Segunda.– Obras que ocupen a los parados.
Tercera.– Medidas para el abaratamiento de las subsistencias.
Cuarta.– Terminación de la guerra de Marruecos.
Quinta.– Supremacía de la jurisdicción civil y abolición de la ley de jurisdicciones.
Sexta.– Extensión de la ley de accidentes del trabajo a los obreros del campo.
Séptima.– Reducción de la jornada a la dependencia mercantil.
Octava.– Supresión del trabajo nocturno en las panaderías.
Novena.– Fijación de la jornada de trabajo en la industria textil.
Décima.– Aprobación del Código minero.
Undécima.– Reglamentación del trabajo para los obreros del mar.
Duodécima.– Responsabilidad de jefes, oficiales y clases de la Guardia civil ante los Tribunales ordinarios.
Decimotercera.– Ampliación de la amnistía.

Respuesta del Presidente
El entonces Presidente Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, recibió a la Comisión y departió con sus miembros largo rato. Finalizada la reunión comentó el marqués a la Prensa:
"Yo les he dicho, con toda sinceridad, que siento gran cariño por las clases trabajadoras, y les he expuesto mis deseos de hacer en favor de ellas cuanto me sea posible.
Y como soy hombre dado a las realidades prácticas, me he visto en la necesidad de recordales el adagio popular que dice: «El que mucho abarca poco aprieta».
He hecho ver a los comisionados las dificultades que en los momentos actuales se oponen a que sean resueltas todas sus peticiones.
La hora actual no nos permite otra cosa que atender al problema de las subsistencias y al de la crisis del trabajo, respecto de los cuales he dicho a la Comisión que contara en este sentido con los mayores esfuerzos del Gobierno.
También les he dicho que en la próxima etapa parlamentaria, que, naturalmente, habrá de ser breve, quisiera llevar el problema a que ellos dan verdadera importancia, que es el del extrarradio, para el mejoramiento del cual he solicitado la colaboración de los que me visitaban.
Les he dicho asimismo que deseo estar en contacto con ellos para conocer sus necesidades y ver de poner los remedios, y que por lo demás vean siempre en mí al compañero del Instituto de Reformas Sociales, que siempre tuvo con ellos relaciones muy cordiales." [1]

Palabras, muchas palabras; sin plasma de por medio, ni portavoces chulescos, pero que suenan como las promesas de este siglo.
Y esta misma opinión tenían los comisionistas, quienes lo habían comentado en el mitin celebrado por la tarde en el teatro de la Casa del Pueblo, recogida en las páginas de El Imparcial:
"Declararon que las habían agradecido, pero que tan acostumbriados están a promesas, que ya desconfían de todos los gobernantes." [2]

Así fue aquella "Fiesta del Trabajo" del Madrid de cien años atrás. Muchas cosas se lograron, con sacrificio y lucha. Logros hoy mermados en parte y que derivan en la precariedad laboral y la necesidad de encomendarse a una Virgen famosa, por si en algo ayuda a los gobernantes. En cuanto a nosotros, que Dios nos ampare.


¡Feliz día trabajadores!



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] El Imparcial. 1917. Madrid, LI (18.037) p. 4
[2] Ibídem

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Día del Trabajo. Madrid, 1º de mayo de 1917", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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Recuerdos del Centenario del 2 de mayo. Madrid, 1908

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Presente está en nuestra memoria la celebración del bicentenario del 2 y 3 de mayo de 1808. La exposición realizada en el Centro de Exposiciones Arte Canal nos transportó a los terribles acontecimientos que demostraron la valentía del pueblo madrileño.
Hoy nos remontaremos al Madrid de 1908 para recuperar el homenaje rendido a los héroes del 2 de mayo. Lo hacemos a través de fotografías de Campúa y Alonso que cuentan la historia de aquella celebración.

Para Historia Urbana de Madrid, las imágenes de nuestra ciudad en otros tiempos siempre deben ir acompañadas de la historia que les corresponde. De otra manera sólo son cromos para el deleite de los ojos. Entender este razonamiento viene dado por el sentido que tienen: Madrid se puede contar y también se puede ver; la unión de ambas opciones sirve para comprender la historia de nuestro pueblo.

© BNE
Signatura: VC/534/23
"El Dos de Mayo : reseña histórica de los gloriosos acontecimientos de que fue teatro Madrid el día dos de mayo de 1808, al verificar el primer heroico alzamiento contra los enemigos de la independencia nacional por Manuel Vázquez Taboada" (1865)
© 2017 Eduardo Valero García-HUM 016-001 MAYO 1908
© 2017 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Dicho esto, con el respeto del que son merecedores los madrileños y Madrid, pasamos a la crónica de esos días de mayo de hace 109 años.


Centenario del 2 de mayo. Madrid, 1908
A pesar de las intenciones contrarias del Sr. Maura, en todos los eventos realizados para conmemorar el Centenario del 2 de mayo estuvo presente Alfonso XIII en compañia de la familia Real.
“Rodeado del aparato lógico de su Corte, y no entre filas de acero, como en Barcelona—dijo un periódico—, recorrió el Rey a pie las calles de Madrid. E1 clamoreo de los vivas y el resonar de los aplausos le seguía y le cercaba. Aquí no hubo, como en Barcelona, aplausos y vivas jara el Sr. Maura. Antes, al contrario, bien claro dio a entender el pueblo, y aun clases que se tienen por conservadoras, cómo se condenaba el propósito que había abrigado el Gobierno de alejar al Rey de las fiestas populares de ayer.” [1]

Sin quedar claro cuáles eran los motivos del Gobierno al respecto, se dijo que se trataba de proteger al monarca, pues muy presente estaba en la memoria colectiva el atentado de 1906.


Plaza del 2 de mayo
La plaza y sus calles aledañas habían sido profusamente decoradas con arcos efímeros cargados de banderas y gallardetes. La histórica puerta del Parque de Artillería de Monteleón también lucía estupenda decoración.



A las diez de la mañana comenzó en la histórica plaza la misa de campaña oficiada por el obispo de Sión. La Familia Real, representaciones militares y del Gobierno en pleno acudieron a la ceremonia, con Alfonso XIII como mayor representante y el más vitoreado.







La Infantería colocó una corona en el arco y envió otra al homenaje que al mismo tiempo se rendía en la Plaza del Rey en honor al teniente Ruiz, donde estuvieron presente Compañías de Artillería e Infantería y la representación gubernamental en la figura del ministro de la Guerra.





En la calle Ruiz también se celebró una misa, colocando en el sitio donde murió Velarde una artesonada arquitectura efímera.



San Francisco el Grande
Finalizado el acto de la plaza, Alfonso XIII y toda la comitiva se dirigieron a San Francisco el Grande, donde se verificó una misa funeral en recuerdo de las víctimas de 1808. Ofició el obispo de Madrid-Alcalá y pronunció la oración fúnebre el Padre Calpena.

La fotografía muestra al monarca a la salida. Va custodiado por alabarderos, cuerpo que le escoltó durante la procesión cívica.



Procesión cívica
Desde San Francisco el Grande partió la comitiva con el rey a la cabeza, flanqueado por ocho alabarderos y seguido por los infantes y todo el aparato del Gobierno.
Las tropas del ejército cubrieron toda la carrera desde San Francisco hasta el monumento del Paseo del Prado, donde se dispuso una tribuna para la Familia Real y personalidades.

El fotógrafo Campúa inmortalizó el momento del paso de Alfonso XIII por la calle Mayor, en el lugar donde se había atentado contra el monarca el 31 de mayo de 1906. Es curiosa la expresión del rey, quien parece no querer mirar hacia el balcón desde donde se había arrojado la bomba que tantas víctimas causó.



Desfilaron oficiales del ejército portando las banderas que figuraron en la guerra de Independencia, coronas conmemorativas de los hechos de armas y preciosas carrozas enviadas por las dos Castillas y Andalucía.





Carroza de Andalucía


Carroza de Castilla la Vieja


Carroza de Castilla la Nueva


A la una menos cuarto las bandas de música anunciaron la llegada de la procesión al monumento. Después de una reverencia a la tribuna regia y finalizado el responso dado por el obispo de Madrid-Alcalá, asistido por el clero de San Jerónimo, Alfonso XIII dio orden de comenzar el desfile.

Sonaron entonces los acordes del pasodoble escrito por Chueca para la ocasión, punto de partida del desfile encabezado por los milicianos.




Poco después, el 20 de junio, fallecía el insigne compositor.

A las tres y media de la tarde regresaba el monarca y su familia al Palacio. Finalizaban así los festejos de ese día, pero se sucedieron otros tantos que narraremos en las fechas correspondientes.

De momento, este ha sido nuestro recuerdo a la celebración y memoria del valiente pueblo madrileño.


¡Feliz Día Madrid!


Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Soldevilla, Fernando. 1908. El Año Político, p. 158

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Recuerdos del Centenario del 2 de mayo. Madrid, 1908", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


© 2017 Eduardo Valero García - HUM 017-001 MAYO 1908
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Inauguración del monumento a los héroes del 2 de mayo. Madrid, 1908

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El 3 de mayo de 1908 quedaba inaugurado el monumento a los héroes del 2 de mayo, obra de Aniceto Marinas, en la glorieta de San Bernardo. En ese espacio había estado la escultura de Lope de Vega, y antes que él, llegaban hasta allí las tapias del Parque de Monteleón.

Una gran cortina sostenida por mástiles cubría la preciosa obra escultórica, obra de Aniceto Marinas. Gallardetes y banderas ponían color a la decorada plazuela.
Así describía la composición La Correspondencia Militar:
"El heroico Daoiz cae, se apoya en el cañón; á sus pies yacen muertos ó moribundos un chispero, un niño y una mujer, que puede ser la hija de Malasaña.
Sobre todos tiende sus alas la Inmortalidad, en actitud de recoger la gloriosa enseña nacional."



A las once de la mañana la banda de San Bernardino amenizaba el acto. Toda la plaza estaba rodeada por fuerzas de la Guardia civil y de Seguridad a caballo. Lo milicianos nacionales ocupaban un lateral del monumento y unas sillas hacían de improvisada tribuna para la Familia Real, que llegó a las once de la mañana.




Poco antes de las once y media apareció el rey en compañía de altos cargos del Ejército. Inmediatamente después, al son de la Marcha Real, se acercaron los reyes e infantes a sus asientos y el alcalde, conde de Peñalver, comenzó su discurso. También habló el presidente del Consejo, señor Maura.

Pasado un momento de vivas y vítores del pueblo que presenciaba la emotiva escena, el rey tiró de la cinta que sujetaba la cortina, que cayó dejando ver la obra de Marinas.




Sonaron otra vez los aplausos y vivas que se hicieron más notorios cuando el alcalde profirió un sonoro viva al pueblo de Madrid.

Así finalizó el acto. Más tarde los reyes viajarán a Móstoles para inaugurar el monumento a Andrés Torrejón, alcalde de aquella ciudad.

Hoy el monumento a los héroes del 2 de mayo  se encuentra en los jardínes del General Fanjul.



Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "Inauguración del monumento a los héroes del 2 de mayo. Madrid, 1908", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

[VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta.


© 2017 Eduardo Valero García - HUM 017-002 MAYO 1908
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325


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